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comistrajo



Se dice de la mezcla irregular y extravagante de alimentos, que sabe un poco mal y es casi intragable.

Parece ser que procede del término "conmisto", y este a su vez del adjetivo "conmixto", del latín "commixtus" (mezclado o unido con alguien o algo), y es una palabra afín a otras del calibre de bodrio, bazofia, guisote, potingue o mejunje.

...Y es que el arte del buen yantar no es tarea fácil en este vertiginoso mundo del microondas, la comida enlatada y los yogures caducados...

bacín

Utensilio de cerámica o metal que se guardaba normalmente debajo de la cama; servía para depositar los orines, heces o gargajos y así no tener que levantase e ir al CORRAL a mitad de la noche.

 


Se dice también de la persona muy charlatana o pesada que cree saberlo todo. Entrometido, con tendencia a meterse en los asuntos de los demás o que no le incumben. Que le gusta enredar en las cosas.


Lleva dos días el bacín sin sacarse. Está hasta los bordes y hay aquí un tufo que tumba".

" El Claudio es un bacín de cuidao, siempre TIE que estar comiéndole la oreja a alguno, el otro día me decía que nos fueramos a Marsella, pero si yo ANDE quiero ir es a Francia".

 "¡Cuánto bacín no será! Se ha puesto a enredar en la televisión y la jodio".

bacho




Se dice "bacho" para referirse a un gran bache o hueco, y así conseguir darle un aspecto de grandiosidad fuera de lo normal, bien por su forma o por su tamaño.

Por tanto se utiliza "bacho" para denominar a cualquiera de estos términos que cumplan esa condición:

concavidad, cavidad, depresión, ahuecamiento, hoyo, hoya, hoyuelo, alvéolo, abertura, oquedad, cuenco, cuenca, excavación, agujero, taladro, perforación, orificio, boquete, brecha, seno, vano, entrante, rebajo, tronera, saetera,  boca, luz, ojo, poro, acceso, entrada, grieta, raja, intersticio, rendija, hendidura, conducto, escotadura, nicho, hornacina, receptáculo, celdilla, célula,  hundimiento, socavón, bache, zanja, abombamiento, abolladura, deformación, aplastamiento, anfractuosidad, surco, canal, cauce, badén, pozo, mina, foso, fosa, sima, abismo, vacío, hondonada, cueva, caverna, subterráneo, cárcava, tumba, túnel, galería, desfiladero.

Yantar

Manjar -  vianda -  comer -  tomar alimento - comer al mediodía.



En épocas pasadas, afortunadamente,  “yantar” era un cierto tributo que pagaban, generalmente en especie, los habitantes de los pueblos y de los distritos rurales para el mantenimiento del soberano y del señor cuando transitaban por ellos. A veces se conmutaba en dinero.

Antiguamente se pagaba en especie al poseedor del dominio directo de una finca, y consistía, por lo común, en medio pan y una escudilla de habas o lentejas.

Abanto

Abanto es un término muy expresivo y utilizado en toda Castilla y por supuesto en la Alcarria, por lo que nuestros mayores, la utilizaban cuando estabas siendo un torpón o eras un aturullado. 

!"niño,...cuidado, vaya abanto que eres" ¡
Significa pesado, torpe, persona con poca gracia, persona desmañada, poco habilidosa, de movimientos pesados o mal coordinados. Atolondrado, torpe, aturdido.




Hablando del toro, se utiliza este término cuando se espanta, huye o se asusta con facilidad.



Abanto, también se le llama a un ave rapaz (Neophron percnopterus). También llamado alimoche, guirre o buitre egipcio. Es muy parecida al buitre pero de menor tamaño, de color blanco sucio, con las remeras negras y la cola en forma de cuña. Se alimenta de animales en estado de descomposición, vive en África septentrional y pasa el verano en Europa. Es posible que por el centro de la península ibérica se le haya visto con frecuencia, sobre todo en los riscos del Alto Tajo. Miden 85 centímetros de la punta del pico a la de la cola, teniendo una envergadura de 1,7 metros y un peso promedio de dos kilos o poco más. Forman un nido forrado de pelos de animal (como lana de oveja), ramas y huesos. Anidan normalmente en cuevas situadas sobre acantilados y valles recortados, donde ponen dos huevos entre Marzo y Abril.

Rediez

En la Alcarria era común utilizarlo como interjección coloquial y se utilizaba para indicar extrañeza, enfado, cólera, sorpresa, dolor, admiración o disgusto.
Proviene de otra interjección que, eufemísticamente, se decía “rediós”.
En "baturro" para utilizar esta expresión se utiliza " ridiez"
¡rediez,vaya cochazo!

cuando se pilló el dedo con la puerta, dijo: ¡rediós!

!ridiez",... vaya jamones.



...

LA BURRA PIDE CEBÁ,
LA MAÑA PIDE OTRO TRAJE.
RIDIEZ, QUE CARO QUE CUESTA
TENER EN CASA ANIMALES.


¿Café caliente?
¡Coño, se siente!
¿Un colacao tal vez?
¿¡Agua corriente!?
¡Pues vaya gente!
Que solo miro
darte respiro.

Pues entonces... ¡En pié!
que en un suspiro
pierdo el autobús con que me inspiro.
Y con rapidéz,
ya escribo otravéz.

¿Ivamos... dónde?
¡Ah ,claro! ¡¡Rediéz!!
Lapsus senil, alzheimer o idiotéz
¡Adiós mi caché!
¡Snif! Pues tenía un diéz.

@danna



Qinqué

Un quinqué es una “lámpara de petróleo” con un tubo de cristal y un sistema de corriente de aire. Daba luz a nuestros antepasados y hoy en día es un ornamento, que se puede utilizar en caso de apagón. Su nombre viene de Antonie Quinquet (1745-1803) que erea un farmacéutico francés que perfeccionó y comercializó el invento hecho hacia 1782 por el físico y químico Aimé Argand (1755-1803)

El quinqué es un artilugio de mechero circular, inventado por el físico suizo Argand. Se llamó quinquet por haber introducido algunas mejoras, como el tubo de vidrio.

Esta lámpara de tubo de pelo de rata y mecha redonda de algodón, provista de bomba y pantalla, no se generalizó hasta que, a mediados del S. XIX, el petróleo sustituyó al aceite en el alumbrado.

La lámpara de Arganda fue inventada y patentada en 1780 por Argand. Era mucho mejor en la iluminación del hogar lámpara de aceite ya que producía una luz equivalente a 6 o 10 vela s. Tenía una mecha montada entre un par de tubos concéntricos de metal, cilíndrica para que el aire se canalizara a través del centro y afuera de la mecha. Los primeros modelos de vidrio esmerilado eran como chimeneas cilíndricas rodeando la mecha, estabilizando la llama y la mejora del flujo de aire. Se utilizó un suministro de petróleo líquido, como esperma de ballena el aceite de ballena como combustible. Este fue suministrado por un depósito montado encima del quemador. Aparte de la mejora en el brillo, la combustión más completa de la mecha y el aceite necesario se hizo mucho menos frecuente el recorte de la mecha.

El quinqué desplazó rápidamente a todas las otras variedades de lámparas de aceite y se fabricaron en una gran variedad de formas decorativas. Eran un poco más costosos que las lámparas de aceite debido a su gran complejidad, por lo que fueron probadas primero por la clase alta, pero pronto se extendió a la clase media y, finalmente, los menos acomodados también lo usaron. Era la iluminación de elección hasta mediados del siglo XIX, cuando la lámpara de queroseno se introdujo, esta utilizaba una mecha de piso en una taza con una chimenea de vientre. El queroseno era considerablemente más barato que el aceite de ballena, y muchas lámparas de Arganda se adaptaron a quemar queroseno.

En Francia, se les conoce como "Quinquet" ya que Antoine-Arnoult Quinquet, un farmacéutico de París, robó la idea de Arganda y la popularizó en Francia. A menudo se le atribuye con la adición de la chimenea de vidrio a la lámpara.

Una desventaja es que el depósito de aceite debe estar por encima del nivel del quemador (quemador Beaus). El aceite usado era pesado y no se levantaba la medida hasta la mecha. Esto hizo que las lámparas provocaran una sombra a lejos de la llama.



El quinqué semiapagado
me alumbró noches enteras
y luego por mis ojeras
corría un tizne sudado.

Así dejé devorado
el "librito" que compré
y todavía no sé
el lugar donde reposa
la última mariposa
que se quemó en el quinqué.
...


@Angelito Valiente

oldabón



Término al que se le denominaba toscamente para designar a una “aldaba” de grandes proporciones, que era una barra de metal o madera que se utilizaba para asegurar desde dentro una puerta grande después de cerrarla.

En la Alcarria también se oía este término para designar a una pieza de hierro fijada en la pared para atar en ella una caballería.

Formalmente se denomina “aldaba”, a la pieza de metal, generalmente de hierro o bronce, que se fijaba a una puerta para llamar dando golpes con ella como picaporte.



También se denominaba “aldabillas” las baldas pequeñas de una alacena, o a determinadas sujeciones para agarrarte, sujetarte o conseguir protección con ellas... e inclusive a los ganchos de sujección para asegurar una puerta o ventana por detrás.



Las primeras aldabas en la Edad Media fueron llamadores con forma de falo o martillitos suspendidos de las hojas de las puertas por la parte exterior. La forma más típica y bien antigua es la de argolla en las más antiguas de hierro generalmente unida a una cabeza de bronce. Se golpeaba con ellas sobre una cabeza de clavo bastante gorda. Servían además como tiradores y en las puertas de algunas iglesias eran un signo de asilo que se requería asiéndose de dicha anilla.



De tan antigua costumbre habla San Gregorio de Tours. Dicha cabeza era de león o de grifo o de quimera. De león eran, por ejemplo, las de los llamadores de la portada de la catedral de Puy-en-Vélay del siglo XI y otra del siglo XIII de la puerta occidental de la catedral de Noyón. Esta clase de llamadores se destinaron especialmente a las puertas de las iglesias sin duda porque así lo pedía la tradición del derecho de asilo.



La forma de martillo se usó más en las casas particulares. Los más antiguos eran sencillísimos y estaban adornados con grabados a buril. Del siglo XV, existen muchos ejemplares de hierro forjado entre los cuales los hay preciosos delicadamente forjados y cincelados y con escudo pintado de los colores heráldicos correspondientes. Andando el tiempo, esas aldabas cayeron algo en desuso y sólo se conservaron para las puertas de las habitaciones rurales. Se sabe que en las puertas de los castillos hubo aldabas sin duda no adheridas más que a las hojas de las poternas sin puente levadizo o a las puertas de las murallas exteriores.

dula

Se denominaba “dula” al terreno comunal donde el cabrero -tras recoger las cabras de los habitantes del pueblo por la mañana- conducía el rebaño hasta el anochecer, momento en que regresaba al pueblo y repartía el ganado de vuelta a sus respectivos dueños.

La dula en su origen etimológico proviene de “dawlah” y era un turno de riego, que por extensión, al incorporarse al idioma español, pasó a designar a la porción de tierra que siguiendo un turno de riego recibían agua de una acequia.



Por extensión en la Alcarria también se denomina "dula" al conjunto de cabezas propiedad de los distintos vecinos que se lleva el pastor.

“… En la Edad Media, posiblemente cada vecino llevase a pastar a sus animales. La "dula" organizó todo esto y consistía en que el conjunto de reses que pertenecían a los vecinos del pueblo era apacentado por un dulero (pastor no profesional, sino posiblemente un vecino que hace la función por turno) en tierras cedidas por el municipio. El sueldo del dulero se costeaba proporcionalmente entre todos los que tenían animales en la "dula", aportando un tanto por cabeza. La ganadería y la agricultura eran de gran importancia en la Alcarria, la huella de esta importancia de la cabaña lanar en nuestra tierra está en el gran número de cabañas "chozas" y corrales esparcidos por toda la comarca y dada la cantidad de monte con hierbas aromáticas con que cuenta nuestra tierra, eran un plato suculento para los rebaños de ovejas y cabras …”



DULA, DULERA

Miraba la luz perderse tras los tejados de las casas
y solo observaba mientras llegaban silencios
que entraban a trompicones por las puertas y ventanas

Paleduz, paloduz, traían en alegre jarana
pequeños guachos de zapatillas descarnadas
como la piel seca de una cabra
y la calle tomaba vida
en la misma medida que los estómagos se llenaban
de oraciones, aire, agua y buenas palabras.

Bajaban por la calle de Las Cruces las mujeres
vestidas de negro y mascando palabras
y también los brabucones de los hombres
cantando coplas que entre los dientes se escapaban.

Ay, dula, dulera de ovejas cabras y machos cabrios
y de una pastora con vara
que por confundir la oveja me pegó con ella en la cara
y de propina se llevo cuatro o cinco pedradas
que mi hermano con especial puntería desde lejos le largaba.

Y en días de nieve
la gente se alargaba hasta la plaza
y con los blancos colores y fríos las chimeneas parecían
locomotoras en marcha.

No había días sin escuela por mucho que nevera
y ya camino de la calle de Melgarejo los tarugos pesaban
más que los libros y libretas que yo felizmente transportaba
en una cartera pequeña que con crueldad felina lanzaba
día tras día por encima de una tapia
que daba a un jardín con rosales y geranios
y mira por donde mi hermano saltaba y saltaba,
como si aquella tapia no existiera,
como si los libros fueran más que de papel de fina plata.

El bueno de mi hermano me cuidaba
y de la mano me llevaba camino de la escuela
y luego me dejaba en aquel caserón tremendo
donde Doña Pía recitaba vocales y consonantes
mientras yo la miraba sin entender por aquellos días
que es lo que a aquella buena mujer le pasaba;
luego cuando lo entendí ya era tarde Doña Pía no estaba.

Con la matazón el gorrino nos engordaba
y en la cocina se curaban los chorizos y morcillas
los jamones en la cámara y en días de fiesta
que buenos estaban aquellos pucheros de judías pintas,
garbanzos, pelotas de pan, jamón, chorizo y morcilla,
tocino y como no oreja y papada.

poema de José Vte Navarro Rubio

Abadejo


El abadejo es vendido en trozos, rodajas, filetes o entero. Su similitud con el bacalao hace que muchas veces sea vendido como tal, incluso en ciertas zonas, como en la Alcarria el nombre de abadejo es considerado sinónimo de bacalao.

El abadejo es una similar al bacalao, pero no es lo mismo. Mide entre 70 y 80 cm, aunque puede alcanzar los 120 cm y llegar a pesar 10 kg. Tiene el vientre claro y el dorso verde oliváceo con tonalidades pardas. El cuerpo es bastante esbelto y está recubierto de pequeñas escamas cicloides y la boca está provista de agudos dientes. Carece de la barbilla sobre la mandíbula, como el bacalao común. La mandíbula del abadejo es bastante prominente. Es un pez magro, puede vivir hasta 10 años, en aguas frías se han encontrado peces hasta de 125 cm de talla. Suelen encontrarse en pequeños grupos a lo largo de la costa, sobre todo en ambientes rocosos. Se alimentan de pequeños peces y crustáceos.

La ciencia moderna sólo reconoce un pequeño número de sustancias afrodisíacas, una de ellas es la cantárida ("mosca española" , formada por restos secos y triturados de abadejo, pero debe tenerse cuidado, ya que es extremadamente peligroso utilizarla como excitante para los humanos por su elevada toxicidad.




José Antonio Ochaita, alcarreño ilustre, en uno de sus versos hacía mención al abadejo y decía:

Así es mi pobre tierra, tierra monda y lironda
con más cera que miel, más pedregal que fronda,
con una Pascua breve en que florece el tejo
y una Cuaresma larga con rapas de abadejo.

Pero hay otra Castilla, una Castilla rica
que códigos y leyes y concilios explica,
una Castilla grave, de regia parsimonia
que hace labrar sus torres a Juan el de Colonia,
la Heráldica Castilla de imperial anticipo
cuando en Valladolid viene a morir Filipo.

Pero tú estás tan lejos de toda la tramoya
de todo el aparata y toda la bambolla,
que no quieres legajos, ni aguas, ni doseles…

Tú buscabas, y encuentras, nuestros campos crueles,
lo pobre de esa Alcarria que no tiene más que eso,
barranqueras, calvones, serrijones al hueso,
poca historia en ayer, poca vida a lo largo,
y en lo que va de hoy, un sumido letargo
donde se mustia todo lo que pudo brotar,
tú buscaste la Alcarria, que es un trozo lunar.



Antiguamente, para cumplir con las normas restrictivas de la carne en las fechas que la Iglesia señalaba, en Castilla entera,… y en la Alcarria en particular, había pocas facilidades, para el consumo de pescado de mar fresco debido a la situación geográfica; en cuanto al producto de la pesca en ríos y lagunas (el barbo, la trucha, la carpa, el cangrejo de río y alguna anguila que otra) fueron durante siglos alimento reservado exclusivamente a los poderosos, familias nobles o dignidades eclesiásticas. Hasta nuestro siglo, los arrieros han portado sardinas y chicharros, manteniéndolos entre hielo y sal; también ha sido muy usual, en nuestros tiempos, el consumo de arenques y conservar, en aceite y escabeche.

Pero los auténticos suplentes del pescado fresco, sobre todo en esta nuestra Alcarria, han sido los ceciales, entendiendo por ello tanto la congrio o congrio estirado, como el pescado en salazón: bacalao, abadejo y bacaladillo o truchuela. Hasta muy avanzado nuestro siglo la venta de congrio estirado era enorme y así, cuando llegó el ferrocarril a Sigüenza, por ejemplo, se descargaban vagones enteros con cientos de fardos para los almacenes de coloniales seguntinos que proveían a media provincia, una de sus principales finalidades era la elaboración del plato del mediodía que consumían los segadores venidos de Levante o Andalucía.

Los ceciales se han usado en nuestra Cocina no sólo para respetar la alternancia de “días de carne y días de pescado”, sino también para atender a las necesidades proteínicas, a falta de otros recursos, o para romper la monotonía de la ingesta de carne, y así solían alternarse las patatas guisadas con carnero, y las patatas acompañadas de bacalao, abadejo o de congria. En tiempos medievales existía en muchos pueblos de la Alcarria la llamada “caseta del agua”, donde a diario se realizaba el remojo o desalado de ceciales para ponerlos a la venta.

Abocinao


Se aplica en la Alcarria este vocablo, para expresar el modo de moverse en el caminar de algunas caballerías, cuando la carga es superior en la parte delantera, lo cual lo somete a una inclinación del mismo lado.

Si el que anda de esa forma es una persona, también se le señala con ese apelativo ... (véase a este soldado lleva un burro a cuestas y sus andares deberían ser también abocinaos - por el exceso de carga que lleva, ...pero podeis comprobar que con el photoshop se consigue abocinar a cualquiera)

"... Abocinar concurrente tiene la escorpina
Preponderante espolvorear tiene el reblandecimiento
Relejar orgivense tiene la diástole
Indómito dormitar tiene el sueno

Subvertir heliocéntrico tiene la lagartezna
Regulativo escombrar tiene el morito
Amnistiar combo tiene la alcatara
Entrometido laudar tiene el espeluznamiento ..."


Normalmente, en el uso formal y ortodoxo de esta palabra, se utiliza para describir al tipo de un vano, bien sea una ventana o una puerta, cuya abertura es mayor en una de sus caras que en la otra.

La forma más simple es la de paramentos laterales lisos, oblicuos a las caras interna y externa del muro y convergentes hacia el interior.

En el caso de las portadas el abocinamiento se produce por una serie de arcos (arquivoltas) de radios sucesivamente más pequeños de fuera a dentro que apoyan sobre otras tantas columnas o pilastras.

alcuza

Recipiente empleado en la Alcarria como utensilio de cocina para almacenar y administrar el aceite.

Suele estar hecho de barro o de hojalata con una forma cónica característica, del cual salía sólo el asa para manipularlo y un tubo muy largo para verter el contenido de su interior.

Para su fabricación se utilizan materiales opacos para que el aceite de oliva se conserve mejor en ausencia de luz.





MUJER CON ALCUZA /A Leopoldo Panero


¿Adónde va esa mujer,
arrastrándose por la acera,
ahora que ya es casi de noche,
con la alcuza en la mano?

¿O es que como esos almendros
que en el verano estuvieron cargados de demasiada fruta,
conserva aún en el invierno el tierno vicio,
guarda aún el dulce álabe
de la cargazón y de la compañía,
en sus tristes ramas desnudas, donde ya ni se posan los pájaros?


@Dámaso Alonso

la influencia árabe en nuestro lenguaje

Os publico en este apartado un tratado muy especial y atractivo... que ahonda e ilustra como nadie sobre la "influencia árabe de la lengua española"... y por ende refleja los orígenes de nuestra lengua "alcarreña". Esta rescatado del tema V del libro de Rafael Lapesa Hª de la Lengua España.

Espero que disfruteis buceando por sus descripciones, recordando al tiempo vuestra propia historia a través de la forma de expresarse de nuestros nuestros mayores... y que en parte, la continuamos nosotros utilizando "sin pensarlo" un número inmenso de arcaísmos cuyo orígen árabe desde siempre han estando presentes y siguen estando vivos en nuestro léxico hoy en día.





temas:* la civilación arábigo-española
* el hispano árabe y sus variedades
* vocabulario español de origen árabe
* toponimia peninsular de origen árabe
* fonética de los arabismos
* aspectos morfológicos y sintácticos del arabismo
* arabismo semántico, fraseológico y paremiológico
* apogeo y decadencia del arabismo

LA CIVILIZACIÓN ARÁBIGO-ESPAÑOLA.
Cuando empezaba a consolidarse el aluvión germánico en Occidente, las tribus dispersas de Arabia, electrizadas por las doctrinas de Mahoma, encontraron un credo y una empresa aglutinante: la guerra santa. En menos de medio siglo se adueñaron de Siria, Persia, el Norte de África y Sicilia; en siete años conquistaron España, y a continuación casi todo el Mediodía de Francia. Frente a la Europa cristiana y romano-germánica se alza el Islam, rival a la vez que estímulo y complemento. Dos civilizaciones que sostendrían en España una contienda prolongada y decisiva.
Los árabes, sirios y berberiscos que invaden la Península no traen mujeres: casan con hispano-godas, toman esclavas gallegas y vascas. Entre los musulmanes quedan muchos hispano-godos, los mozárabes, conservadores del saber isidoriano: unos consiguen cierta autonomía; los más exaltados sufren persecuciones y martirio; otros se islamizan; pero todos influyen en la España mora, donde se habla romance al lado del árabe, cunden relatos épicos sobre el fin de la monarquía goda y personajes mozárabes relevantes, se cantan villancicos romances y nace un tipo de canción lírica, el zéjel, en metro y lenguaje híbridos.
Córdoba se convierte en el centro de una brillantísima civilización islámica; florecen la agricultura, industria y comercio. La vida refinada; el lujo y los festines alternan con la música, la danza y la poesía más exquisita. Califas y reyes de taifas reúnen copiosas bibliotecas, como la de Alhákem II, y protegen a los sabios. En Oriente, los árabes recogen las matemáticas indias, la ciencia y la filosofía griegas, e imprimen a todas sello propio.
En la Península, los primeros influidos por la cultura musulmana son los mozárabes; aun los que siguen profesando el cristianismo escriben a veces en árabe y suelen tomar nombres árabes. Les siguen los cristianos del Norte, movidos por los emigrados que acogen en sus reinos. En los siglos X y XI abundaban en León y Castilla nombres como Abolmondar, Motárrafe, Ziti, Abohamor; había quien indicaba el linaje anteponiendo ibn 'hijo de' al nombre paterno, según la costumbre semítica; así se formaron apellidos como Benavides, Benigómez. A la arquitectura ramirense de Santa María de Naranco sucede el predominio de la mozárabe. Sancho I de León va a la corte de los califas a que médicos andalusíes curen su obesidad; Alfonso V sostiene talleres donde se fabrican tejidos morunos; y el conde castellano Sancho García recibe a los legados cordobeses vestido a usanza mora y sentado en cojines.
Al avanzar la Reconquista, caen en poder de los cristianos Toledo (1085) y Zaragoza (1118), bien pobladas, con vida y tráfico intensos. Los mozárabes que las habitan están fuertemente arabizados y el contingente moro que permanece en ellas es muy numeroso. Los mudéjares y moriscos de las regiones que se van ocupando conservan sus creencias, instituciones, costumbres y lengua. El arzobispo don Raimundo funda en Toledo la célebre escuela de traductores, y Alfonso el Sabio reúne en su corte sabios judíos al lado de los letrados cristianos. El renacimiento europeo del siglo XII y la Escolástica traban conocimiento con Aristóteles, Hipócrates y Dioscórides por medio de Avempace y Averroes, Avicena y los botánicos árabes.



EL HISPANO-ÁRABE Y SUS VARIEDADES.El dialecto de los musulmanes andalusíes ofrecía peculiaridades frente a otras variedades del árabe. Dentro del Ándalus existían diferencias regionales y entre el uso urbano y el campesino. Tales dialectalismos eran propios del lenguaje vulgar, que incorporaba muchos préstamos romances tomados de los mozárabes. El lenguaje escrito procuraba mantenerse fiel al árabe clásico, o al menos al llamado «árabe medio», koiné bajo la cual se nota a veces la lengua hablada subyacente. Pero hubo poetas y géneros poéticos que cultivaron artísticamente el dialecto vulgar y aun la mezcla de árabe y romance: así ocurría en la muwaššaha o moaxaja y en el zağal o zéjel, géneros cuya invención se atribuye a dos poetas de Cabra, el ciego Muhammad ben Hammud o Mahmud, y Muqqadam o Mocádem ben Mu'afa, contemporáneo del emir Abdalá (muerto en 912). La elaboración poética del dialecto, con inserción de abundantes romancismos se ve ya en Muhammad ben Mas'ud (primera mitad del s. IX), pero culmina en el Cancionero de Ben Quzmán (h. 1080-1160), el más extraordinario poeta de la España musulmana.



VOCABULARIO ESPAÑOL DE ORIGEN ÁRABE.
El elemento árabe fue, después del latino, el más importante del vocabulario español hasta el siglo XVI. Sumando el léxico y los topónimos, no parece exagerado suponer más de cuatro mil formas .
1. La guerra proporcionó muchos términos: los moros organizaban contra los reinos cristianos expediciones anuales llamadas aceifas, y múltiples correrías o algaras; iban mandados por adalides; los escuchas y centinelas se llamaban atalayas y la retaguardia del ejército, zaga. Entre las armas figuraban el alfanje y la adarga; los saeteros guardaban las flechas en la aljaba; y la cabeza del guerrero se protegía con una malla de hierro o almófar. Fronteras y ciudades estaban defendidas por alcazabas, con almenas que resguardaban a los que disparaban desde el adarve. Novedad de los musulmanes fue acompañar sus ataques o rebatos con el ruido del tambor; sus trompas bélicas eran los añafiles. La caballería mora seguía otra táctica a la cristiana: ésta era más firme y lenta; aquélla, más desordenada y ágil. Los alféreces o caballeros montaban a la jineta, con estribos cortos, que permitían rápidas evoluciones, y espoleaban a la cabalgadura con acicates. Entre sus caballos ligeros o alfaraces había muchos de color alazán; la impedimenta era llevada por acémilas, y en los arreos de las bestias entraban jaeces, albardas, jáquimas y ataharres.

2. Los moros eran hábiles agricultores: perfeccionaron el sistema romano de riegos, que aprendieron de los mozárabes; de ahí los nombres de acequia, aljibe, alberca, azud, noria y arcaduz. En sus alquerías y almunias se cultivaban alcachofas, algarrobas, alubias, zanahorias, chirivías, berenjenas y alfalfa. Los campos dieron productos desconocidos en Occidente, como el azafrán, la caña de azúcar y el algodón. La paja de las mieses se guardaba en almiares, y en alfolíes el grano, que después se molturaba en aceñas y tahonas mediante el pago de la maquila; la aceituna se molía en almazaras. Cuando los vergeles europeos estaban casi abandonados a la espontaneidad natural, la jardinería árabe llegaba a gran perfección artística.
Los castellanos del siglo XV, al soñar con el anhelado rescate de Granada, no encontraban nada comparable a sus jardines: el Generalife era «huerta que par no tenía». En la España mora había patios con arriates y surtidores, azucenas, azahar, adelfas y alhelíes, encuadrados por setos de arrayán. Nombres arábigos de árboles son almez, alerce, acebuche; y hasta en la flora silvestre se introdujeron denominaciones como jara, retama, alhucema, almoraduj; las tres últimas en alternancia con las románicas hiniesta, espliego, mejorana.

3. La laboriosidad de los moros dio al español el significativo préstamo de tarea. De los telares levantinos y andalusíes salían tejidos como el barragán, de lana impermeable, o el tiraz, ricamente estampado; además se comerciaba con telas de Oriente: egipcio era el fustán y chino el aceituní que vestían las hijas del Marqués de Santillana. El verbo recamar y el antiguo margomar 'bordar' dan fe del prestigio que alcanzaron los bordados árabes. El curtido y elaboración de los cueros dejó badana, guadamacil, tahalí; los cordobanes fueron usados en toda Europa. Alfareros y alcalleres fabricaban tazas y jarras, mientras los joyeros, maestros en el arte de la ataujía, hacían ajorcas, arracadas y alfileres, o ensartaban el aljófar en collares. Muy estimadas eran las preciosas arquetas de marfil labrado. Entre los productos minerales que se obtenían en la España mora están el azufre, almagre, albayalde y alumbre; y el azogue de Almadén, topónimo que significa 'la mina'.

4. Había impuestos como aranceles y tarifas de aduana. Almacén, almoneda, zoco, alhóndiga, recua y el antiguo almayal, almajar 'arriero', recuerdan el comercio musulmán. El almotacén inspeccionaba pesas y medidas, de las que han perdurado muchas: arroba, arrelde, quintal, fanega, cahíz, azumbre. La moneda de los moros corrió durante mucho tiempo entre los cristianos; el primitivo maravedí era el dinar de oro acuñado en las cecas almorávides.

5. Las casas se agrupaban en arrabales, o en pequeñas aldeas. A la vivienda pertenecen zaguán, azotea, alcoba y su antiguo sinónimo alhanía; había ventanas con alféizar, partidas por ajimeces. Alarifes y albañiles decoraban los techos con artesonados y alfarjes; levantaban tabiques, ponían azulejos y resolvían el saneamiento con alcantarillas y albañales. El ajuar de la casa comprendía muebles de taracea, almohadas, alfombras, jofainas y utensilios de cocina como alcuzas y almireces. Entre los manjares figuraban las albóndigas y el alcuzcuz, y en la repostería entraban el almíbar, el arrope y pastas como el alfeñique y la alcorza.

6. Los moros vestían aljubas o jubones, almejías, albornoces y zaragüelles; calzaban borceguíes y babuchas. Rezaban cuando el almuédano, desde lo alto del alminar, tocaba la señal de zala u oración. En los ratos libres tañían la guzla, el albogue, el adufe o el laúd; se entretenían con el ajedrez, y los tahúres con juegos de azar (

7. Los cristianos españoles adoptaron instituciones, costumbres jurídicas y prácticas fiscales de los moros, con la terminología consiguiente: alcaldes y zalmedinas entendían en pleitos y juicios; el alguacil fue primero 'gobernador', según el significado del árabe a l - w a z ī r 'lugarteniente'; pero descendió más tarde a la categoría de oficial subalterno. En las testamentarías intervenía el albacea. Los contratos se formalizaban por medio de documentos o albalaes y para festejarlos había convites de robra o alboroque. El almojarife cobraba impuestos y alcabalas.

8. Las matemáticas deben a los árabes grandes progresos. El sobrenombre de Al-xuwārizmī, llevado por uno de sus más eminentes cultivadores, dio lugar a algoritmo 'cálculo numérico' y guarismo. Propagaron la numeración india, y con ella el empleo de un signo para indicar ausencia de cantidad; el signo en cuestión se llamó sifr 'vacío', de donde viene el español cifra . Iniciaron además el álgebra. En la alquimia fueron constantes investigadores: instrumentos como el alambique, la alquitara y la redoma; términos tan usuales como alcohol y álcali usados para obtener el elixir o piedra filosofal. Gran prestigio tuvo su medicina: la autoridad de Avicena fue reconocida en Europa hasta el siglo XVIII, un refrán español lo proclama supremo curador: «más mató una cena que sanó Avicena». En la terminología médica europea entró nuxá 'médula espinal', que a través del bajo latín nucha y quizá influido por el ár. nuqra 'cogote', ha dado nuca; calcos del árabe son duramadre, piamadre y bazo. La farmacia conserva jarabe, alquermes y muchos nombres de plantas medicinales. La astronomía alfonsí usó mucha nomenclatura arábiga; hoy tienen plena vigencia cenit, nadir, auge, acimut, etc., y numerosos nombres de estrellas, como Aldebarán, Algol, Rigel, y Vega.

9. No abundan los adjetivos: horro, mezquino, baladí, baldío, zahareño, gandul; los antiguos rahez 'ruin' y jarifo 'vistoso'; algunos de color, como azul, añil, carmesí, y pocos más. Del indefinido árabe fulān 'uno', 'cualquiera', procede fulano (esp. medieval fulán); y man kāna 'el que sea' dio origen a mengano. De verbos, aparte de numerosos formados sobre sustantivos y adjetivos, hay algunos derivados directamente, como halagar (xalaq 'pulir'), acicalar y el ya citado recamar. Partículas de origen árabe son marras, de balde, en balde, hasta (de hattá > esp. ant. fata, ata), la demostrativa he de he aquí, helo; las interjecciones hala, guay, ojalá, así como la antigua ya 'oh' («¡Ya Campeador, en buena cinxiestes espada!»), y alguna otra.

10. En el léxico español de procedencia arábiga escasean palabras referentes al sentimiento, emociones, deseos, vicios y virtudes. La religión cristiana apoyaba términos latinos, y el arabismo, cuando lo hubo, consistió en alguna acepción nueva. Casi sólo las manifestaciones ruidosas de alegría (alborozo, alboroto, albuélbola) y la ceremonia en salutaciones (zalema) dejaron huellas en la lengua de los cristianos. Sin embargo, hazaña desciende del árabe hasana 'buena obra', 'acción meritoria', con influencia posterior de fazer, y aleve, del ár. al-aib 'vicio', 'acción culpable'.

11. Como en tantos aspectos de su civilización, también en el léxico fueron los árabes afortunados intermediarios. Transmitieron muchas voces procedentes de diversas lenguas, y las amoldaron a su fonética igual que el español hizo con los arabismos. De origen sánscrito son, por ejemplo, alcanfor y ajedrez; los brahmanes de la India aparecen en el Calila castellano del siglo XIII con las formas albarhamiún y albarhamín de su original árabe. Del persa vienen jazmín, naranja, azul, escarlata; los helenismos son muchos: óryza > arroz, zizyphon > azufaifa, drachmé > adarme, ámbix > alambique, chymeia > alquimia, sikelós > acelga; y abundan las palabras latinas: [malum] persĭcum > albérchigo, modius > almud, castrum > alcázar. Las formas españolas son resultado de una doble adaptación: a la distancia que media entre el latín sitǔla o el griego thermos y los árabes as-setl, al-turmūs, se ha añadido la deformación que lleva de estos últimos hasta los españoles acetre, altramuz. Estas deformaciones permiten reconocer los vocablos y nombres geográficos grecolatinos que han pasado a través del árabe. Aparte del artículo árabe al, que suele anteponerse, la /p/, que no existía en árabe, fue sustituida por /b/ (praecoquus > albaricoque, [malum] persĭcum > albérchigo); la /g/ velar da a veces /ğ/ sonido análogo al de nuestra antigua j; palatal: Tagus > Tajo, port. Tejo. Fenómeno peculiar del árabe hispano es la imela o paso de la /ā/ a /e/ y luego a /i/; así Hispalis > * Hispalia dio Išbiliya, origen de nuestra Sevilla.

12. Cuando los árabes entraron en contacto con los hispano-godos sometidos, tomaron de ellos la /ĉ/ con que articulaban lo que había sido /ć/ latina ante /e/ o /i/. Los árabes conservaron en las voces hispánicas este sonido, incluso después que los mozárabes alternaran las pronunciaciones /ĉ/ y /ŝ/. A esto se debe el predominio de /ĉ/ en las transcripciones árabes de voces romances (aĉetaira 'acedera', ĉerasia 'cereza', riĉino 'ricino'), así como la abundancia de ch por c en topónimos de las regiones que pertenecieron al Ándalus: Conchel (Huesca), Alconchel (Zaragoza, Cuenca, Badajoz, Portugal), Conchillos (Zaragoza) de concĭlĭu; Escariche (Guadalajara), Escriche (Teruel) del genitivo Ascarici; Carabanchel (Madrid), Caramonchel (Portugal); Elche <> alfoz, al-xorğ > alforja (de ahí las alternancias alholí/alfolí, Alhambra/Alfambra); en ocasiones dan /g/ o /k/ ( al-arabiyya > algarabía, šaix > ant. xeque, mod. jeque); y no es rara la supresión total, sobre todo del ‘ain (‘arab > árabe; al-‘arif > alarife; al-‘ard > alarde), pero también de otras velares o laríngeas (tareha > tarea, xalūqui > aloque). Otra adaptación fue la de los masculinos que terminaban en consonantes o grupos que desde el s. XIV nuestra lengua no tolera en final de palabra: la dificultad se resolvió unas veces añadiendo una vocal de apoyo, como en los recién mencionados árabe, alarife, alarde y en as-süq > ant. azogue 'mercado' y zoco; ar-ratl > arrelde; al-ğib > aljibe, etc.

Otras veces la consonante árabe fue sustituida por otra tolerable en castellano ( al-muhtasib > ant. almotaceb > almotacén; al-‘aqrab > alacrán; rabāb > rabel) u omitida (rabé). Los nombres árabes que acababan en vocal acentuada o habían perdido la consonante que la seguía ofrecían un final entonces insólito en polisílabos nominales castellanos (sólo en la conjugación había formas canté, salí, cantó, salió); por eso tomaron frecuentemente una consonante paragógica, con la cual se asemejaron a tipos de sustantivo o adjetivo habituales en nuestra lengua: al-kirá > ant. alquilé pasó a alquiler según el modelo de mujer, esparver, canciller; junto a albalá (al-bará’)y alajú ( al-hašū) surgieron albarán y alfajor, concordes con las terminaciones romances -án y -or; al-bal lā’a y su variante al-bal lū’a dieron albañal o albañar y albollón, asimilados a los sufijos castellanos -al, -ar y -ón. Incluso arabismos en /-í/ la incrementaron con adición de consonante (al-banná’ > albañí > albañil; al-hurī > alholí, alfolí.

2. Una vez admitidos, los arabismos experimentaron cambios fonéticos propios del romance. La palatalización y ulterior asibilación de /k/ ante /e/, /i/ estaban consumadas cuando se introdujeron los más antiguos, y no les alcanzaron: la /k/ guarda en todos su articulación velar (miskīn > mezquino). Pero los diptongos /ai/, /au/ han dado /e/, /o/ en castellano y catalán, /ei/, /ou/ en gallego-portugués ( al-daia > cast. y cat. aldea, port. aldeia; as-saut > cast. azote, cat. açot, port. açoute) . Muchos préstamos viejos sonorizaron sus oclusivas sordas intervocálicas, como las voces latinas: al-qutūn > algodón, šabaka > xábega, jábega; ta’līqa > talega; sin embargo, el ta’ enfático y el qaf uvular eran total o parcialmente sonoros en el primitivo hispano-árabe.

También participaron los arabismos en la palatalización de /ll/ y /nn/ geminadas > /ļ/ y /ņ/: an-nīl > añil, al-bannā > albañil, an-nafīr > cast. añafil, cat. anyafil; el portugués ha reducido estas consonantes dobles a sencillas (añil, alvanel, añafil, almocela, igual que annu > ano y capĭllu > cabelo). El grupo /st/ (con sin o sad predorsales en árabe) fue interpretado en castellano como /ŝt/ y después reducido a /ŝ/ (escrita ç, c): musta'rib > moçárabe, al-fustaq > alfócigo; 'ustuwān > çaguán; el cambio alcanzó a las palabras grecolatinas transmitidas por los árabes: gr. mastiche, lat. mastĭcum > ár. almastika > cast. almáciga, Caesaraugusta > ár. Saraqusta > esp. Çaragoça, Astĭgi > ár. Estiğa > esp. Écija.

3. El español no ha incorporado ningún fonema árabe. Nebrija, observando que las antiguas /ŝ/, /š/ y [h] aspirada, escritas ç, x y h, no tenían equivalentes en griego ni en latín y sí en árabe, creyó procedían de éste. Pero se trata de una simple coincidencia: la evolución autóctona de ciertas consonantes y grupos latinos en español había producido los tres sonidos con independencia del árabe, aunque éste los poseyera también.

Se suele afirmar que el paso de /ś/ a /š/ (sapone > xabón, sucu > xugo) ha sido fruto de influencia morisca, pues el árabe no tenía /ś/ igual a la castellana y la transformaba en /š/; y la pronunciación morisca /š/ (moxca) está atestiguadísima hasta el s. XVII. Con todo, nuestra /ś/ adquiere de modo espontáneo un timbre chicheante que basta para explicar su frecuente sustitución por /š/; el influjo morisco sólo es probable en nombres geográficos del Ándalus, como Saetabis > Xátiva, Saramba > Xarama, y en algún arabismo claro, como xarabe, xarope.

4. Se ha apuntado la posibilidad de que la introducción de arabismos alterase la proporción de vocablos agudos, llanos y esdrújulos en el español y favoreciera tipos especiales de palabra. Será necesario comprobarlo mediante un estudio estadístico riguroso, que hasta ahora no se ha hecho; parece, no obstante, que el porcentaje de polisílabos agudos no verbales es mayor en las voces españolas de origen árabe que latino; no ocurre así con los proparoxítonos árabes, pues el cultismo literario y científico adoptó y adopta continuamente esdrújulos grecolatinos .

En cambio, es evidente la abundancia de arabismos polisílabos graves terminados en / ar/ (acíbar, albéitar, alféizar, aljófar, almíbar, almogávar, azófar, azúcar, nácar, nenúfar, etc.), estructura escasísima en sustantivos de otro linaje (néctar); y el gran número de agudos que acaban en z (ajimez, almirez, cahíz, rahez, marfuz, alfoz), raramente de origen latino (nariz, cariz), salvo sufijos de sustantivos abstractos (sencillez, timidez) o de adjetivos cultos (audaz, capaz, locuaz, voraz, feliz, atroz, veloz).


ASPECTOS MORFOLÓGICOS Y SINTÁCTICOS DEL ARABISMO.
1. En árabe el artículo al presenta normalmente al sustantivo, cualquiera que sea su género y número, tanto referido a entes determinados como entendido conceptualmente.
Los sustantivos españoles de origen árabe, en su mayoría, han incorporado a sus lexemas este elemento al sin valor de artículo, por lo que pueden llevar artículos y determinativos romances (el alhelí, un alacrán, estos alborotos) y conservar su al en la derivación (alborotar, alcaldada, acemilero, alevoso).
Los arabismos españoles reflejan la asimilación árabe del lam del artículo a las llamadas «letras solares» (dentales, sibilantes, /l/, /r/ y /n/): aθ-θumn > azumbre, ad-darga > adarga, as-saut > azote, ar-rabad > arrabal; pero no faltan casos con /l/ no asimilada a la «solar» siguiente (al-dai’a > aldea, al-turmūs > altramuz. La incorporación de al (o formas asimiladas) al lexema de los arabismos españoles contrasta con su ausencia en los arabismos del italiano (esp. azúcar, it. zucchero). Esta diferencia de trato ha sido objeto de interpretaciones poco convincentes .
Por contagio de los arabismos, palabras de otra procedencia han tomado al , a protéticos (lat. mena > ant. mena, mod. almena —acaso ya mozárabe—; *materinĕa > madreña, almadreña; ligustru > ligustre, aligustre); otras han introducido /l/ epentética en su sílaba inicial (amĭddǔla > almendra), o han trocado por /l/ en ella otra consonante implosiva (*admordiu > almuerzo, arbutěu > alborzo).

2. La terminación /-i/ ha pasado al español como parte integrante de adjetivos, sustantivados o no, de origen árabe (cequí, jabalí, maravedí, muftí, muladí, baladí, etc.), y sobre todo, como sufijo de gentilicios y otros derivados de nombres propios árabes (fatimí, yemení, marroquí). Con este valor sigue activo en español para nuevas formaciones (bengalí, iraní, iraquí, paquistaní, israelí).
Dos ejemplos de su vigencia a través de los siglos: en el XIII los sabios judíos que colaboraban en las empresas científicas de Alfonso X sugirieron un nuevo cómputo cronológico a partir de «la era alfonsí», forjando el derivado sobre un antropónimo no semítico; en 1951 Menéndez Pidal puso en circulación andalusí 'perteneciente o relativo al Ándalus' para distinguirlo de andaluz 'perteneciente o relativo a Andalucía'. Normalmente í en singular, íes en plural valen para masculino y femenino (hurí, huríes); pero hay ejemplos medievales de ía, ías: marroquía, ceptías, tortoxías.

3. La cuarta forma (voz causativa) de los verbos árabes se caracteriza por anteponer un álif (nuestra a) a la raíz trilítera, cuya primera consonante toma posición implosiva: a la forma básica hazina 'estar triste' corresponde la cuarta ahzana 'entristecer, afligir'; a karuma 'ser noble', akrama 'honrar a otro', etc.; a veces el álif es el único morfema causativo (māta 'morir', amāta 'matar').
De ahí que se haya atribuido a influjo árabe el valor causativo frecuente en el prefijo español a (aminorar, acalorar, ablandar, agravar, avivar), señaladamente en amatar frente a matar. Aparte de este caso, discutible, es preciso tener en cuenta que el prefijo latino ad , con su / d/ asimilada a la consonante siguiente, o perdida ante vocal en español, formaba multitud de verbos causativos: affirmare, aggregare, annotare, annullare, associare, adunare > aunar.

4. Semejante es el caso de los plurales hispanorrománicos los padres 'el padre y la madre', los reyes 'el rey y la reina', los duques 'el duque y la duquesa', los guardas 'el guarda y la guardesa', los hermanos, los hijos, etc., inclusivos de varones y hembras.
El que fuera de la Península no haya lengua románica donde tenga desarrollo tan amplio ha hecho pensar en influjo árabe; pero el latín conocía reges 'el rey y la reina', fratres 'el hermano y la hermana', filii 'los hijos y las hijas', y hasta patres como sinónimo de parentes. El arabismo, si realmente existió, no hizo sino corroborar la herencia latina.

5. En el Calila e Dimna, en otras versiones medievales castellanas de textos árabes y en la literatura aljamiada, se dan profusamente fenómenos que, atestiguados casi todos en la sintaxis románica, no llegan a ser norma en ella y sí en la arábiga; véanse algunos: se emplean preposición + pronombre personal tónico en lugar de pronombre átono («ayuntáronse las aves a él», «ya encontré a ellos» por 'ayuntáronsele', 'ya los encontré'), y de + pronombre personal en vez de posesivo («las pisadas dellos», «el cabdiello dellos»).
Abunda el posesivo pleonástico («su vida del hermitanno»). La frase relativa se introduce mediante un que cuya dependencia respecto al verbo introducido o respecto al antecedente se aclara después con una preposición + pronombre personal o con un posesivo («la jarra que yaze en ella muerte supitaña» 'en que yace, en que se oculta'; «la estrella que tú quisieres saber su lugar» 'cuyo lugar quisieres saber'). El sujeto impersonal se indica valiéndose de formas verbales de tercera persona, ya de plural («quando vieren en la tierra árbol grande..., es la tierra buena» 'cuando se viere'), ya de singular («tuelga las fojas e eche en ellas de los cominos e del orégano» 'quítense', 'échese'), o, más aún, utilizando la segunda persona de singular («quando esto conocieres, para mientes... al sennor de la faz»).
Es abundantísima la coordinación copulativa («et detove mi mano de ferir e de aviltar e de rrobar et de furtar e falsar. Et guardé el mi cuerpo de las mujeres, e mi lengua de mentir...»); y muchas veces, tras una oración subordinada la conjunción copulativa precede a la principal o al verbo de ésta («si non ha cuydado de su vientre, et aquel es contado con las bestias nesçias». La conjunción subordinativa que se repite tras inciso («e non fue seguro que, si me dexasse del mundo e tomasse rreligión, que lo non pudiera conplir»), etcétera.
Todos o casi todos estos ejemplos tienen paralelo en otras lenguas románicas y bastantes cuentan con precedente latino; a lo largo de la historia del español, desde el Cantar de Mio Cid hasta el lenguaje coloquial de hoy, se registran numerosísimas muestras de unos y otros, a pesar del freno impuesto por la norma culta, más racional que expresiva. No se trata, pues, de sintagmas prestados por el árabe; pero el arabismo, innegable en las traducciones medievales, hubo de contribuir a que tuvieran en la Península mayor arraigo que en francés o italiano.
Junto al factor árabe es necesario tener en cuenta el hebreo, ya que no pocos de estos rasgos son comunes a las dos lenguas y abundan en versiones castellanas de la Biblia; además, los traductores del árabe al romance solían ser judíos. Si hay modelos árabes de reflexividad expresada por medio de «en mi corazón», «con mi voluntad», los bíblicos son infinitos; recuérdese, de los Salmos, «dijo el necio en su corazón: no hay Dios».
De igual modo, si el acusativo interno y otras figuras etimológica son frecuentes en las versiones del árabe («bramó Çençeba muy fuerte bramido»), en las de la Biblia son característicos giros intensivos como «errando errará la tierra», «muchiguar muchiguaré tu semen» o, en el latín de la Vulgata, «desiderio desideravi» 'he deseado con vehemencia'. Huella sintáctica de convivencia medieval entre gentes de las tres religiones es la perduración de calla callando, burla burlando, yendo que íbamos, al pasar que pasé, etc., en el español posterior.

6. El orden de palabras normal en la frase árabe y hebrea sitúa en primer lugar el verbo, en segundo el sujeto y a continuación los complementos. Como en español y portugués el verbo precede al sujeto con más frecuencia que en otras lenguas romances, se ha apuntado la probabilidad de influjo semítico. La hipótesis necesitaría comprobarse con un estudio riguroso del orden de palabras español en sus distintas épocas y niveles, parangonado con el de las demás lenguas románicas, el árabe y el hebreo. Tal estudio no existe aún .



ARABISMO SEMÁNTICO, FRASEOLÓGICO Y PAREMIOLÓGICO
La penetración árabe en español tiene otras manifestaciones más recatadas que la incorporación de vocabulario o sufijos. Hay palabras y expresiones completamente románicas en cuanto al origen y evolución formal de su significante, pero parcial o totalmente arabizadas en su contenido significativo, pues han adquirido acepciones nuevas por la presencia mental de una palabra árabe con la que tenían algún significado común.
Así, el antiguo poridat tomó los sentidos de 'intimidad' y 'secreto' poseídos por los derivados del ár. xālasa 'ser puro'; casa significó 'casa' y 'ciudad' según uso del árabe dār; infante se concretó a significar 'hijo de noble', 'hijo de rey', apoyándose en el árabe walad 'hijo', 'niño' y 'heredero del trono'; acero valió 'filo agudo' y 'energía, fuerza', según el árabe dokra 'acero de la espada', 'agudeza del filo', 'vehemencia, fuerza'. Nuevas aparece en la Edad Media con los sentidos de 'acaecimiento, suceso', 'hazañas', 'renombre' y 'relato', 'noticia', existentes todos en los árabes hadīθ, hudūθ.
El árabe llama 'hijo de una cosa' a quien se beneficia de ella (el rico es ibnad-dunyā 'hijo de la riqueza'; el ladrón, ibn al-layl 'hijo de la noche', porque la noche favorece el robo); así se explica el primer elemento de hijodalgo, hidalgo, voz sinónima de 'hijo de bienes', según la definió Alfonso el Sabio. Dos de las palabras árabes (luğayn y waraqā) que significan 'plata' poseen acepciones originarias de 'hoja, follaje' y 'lámina'; a imitación suya el latín platta 'lámina de metal' tomó el valor de argentum en la Cataluña de los siglos X y XI, de donde pasó al resto de la España cristiana: el Poema del Cid ya no usa ariento, sino plata.
En ocasiones una misma palabra árabe ha dado lugar a un calco semántico y a un préstamo léxico: gāwara , que valía 'correr' y 'depredar', contagió este segundo sentido al español correr («agora córrem' las tierras que en mi empara están», Mió Cid, 964); de aquí el uso de corredor por 'depredador', que no impidió la introducción del arabismo léxico almogávar (<>
El empleo de señor como 'dueño' se extiende en esp. medieval y clásico a expresiones como «la señora de la trayçión» 'la traidora', «la señora del (buen) parecer» 'la bien parecida' (Zifar) o «una bacía de açófar... que era señora de un escudo» 'que valía un escudo' (Quijote): todas ellas calcan las árabes con dū, fem. dat 'el de', 'el que tiene', 'el poseedor o dueño' + genitivo. La locución adverbial con bien 'felizmente' corresponde a la ár. bi-xayr , hebrea betob ; y henchir o llenar el ojo a alguien 'agradarle, gustarle mucho, satisfacerle' traduce literalmente el ár. mala’al-‘ayna. Al adoptar la vida española prácticas religiosas o sociales de origen musulmán, se han reproducido con palabras romances las fórmulas árabes correspondientes.
Tal es el caso de las bendiciones «que Dios guarde», «que Dios mantenga», que antaño acompañaban la mención del rey o señor. La exclamación entusiasta «bendita sea la madre que te parió», el «si Dios quiere» con que se limita la confianza en los proyectos humanos al hablar del futuro, o el «Dios le ampare» que se dice al mendigo, son también, entre otros, traducción viva de fraseología arábiga . Por último, el refranero español se ha nutrido ampliamente de refranes árabes traducidos, adaptados o refundidos .




APOGEO Y DECADENCIA DEL ARABISMO. La suerte de los arabismos hispánicos ha variado según las épocas. Hasta el siglo XI, mientras la Península estuvo orientada hacia Córdoba, se introdujeron sin obstáculo ni competencia. Durante la baja Edad Media continúa pujante la influencia arábiga, aunque lucha ya con el latinismo culto y con el extranjerismo europeo.
Después se inicia el retroceso: Villalobos, en 1515, censura a los toledanos porque empleaban arabismos con que «ensucian y ofuscan la polideza y claridad de la lengua castellana». Nuevas técnicas, modas e intereses suceden a los medievales, y la cultura musulmana, en franca decadencia, no podía ofrecer nada comparable al espléndido Renacimiento europeo. Mientras los moriscos permanecieron en España, su vestido, costumbres y usos tenían valor de actualidad; desde su expulsión quedaron sólo como recuerdo.
Muchos términos árabes fueron desechados: alfayate, alfajeme no resistieron la competencia de sastre y barbero; el albéitar creyó ganar en consideración social llamándose veterinario, y el nombre de alarife se conservó únicamente en la memoria de los eruditos. Otros arabismos han sido recluidos en el habla campesina o regional. Pero la gran cantidad de los que subsisten con plena vida, muchos de ellos fundamentales, caracteriza al léxico hispano-portugués frente a los demás romances.