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dula

Se denominaba “dula” al terreno comunal donde el cabrero -tras recoger las cabras de los habitantes del pueblo por la mañana- conducía el rebaño hasta el anochecer, momento en que regresaba al pueblo y repartía el ganado de vuelta a sus respectivos dueños.

La dula en su origen etimológico proviene de “dawlah” y era un turno de riego, que por extensión, al incorporarse al idioma español, pasó a designar a la porción de tierra que siguiendo un turno de riego recibían agua de una acequia.



Por extensión en la Alcarria también se denomina "dula" al conjunto de cabezas propiedad de los distintos vecinos que se lleva el pastor.

“… En la Edad Media, posiblemente cada vecino llevase a pastar a sus animales. La "dula" organizó todo esto y consistía en que el conjunto de reses que pertenecían a los vecinos del pueblo era apacentado por un dulero (pastor no profesional, sino posiblemente un vecino que hace la función por turno) en tierras cedidas por el municipio. El sueldo del dulero se costeaba proporcionalmente entre todos los que tenían animales en la "dula", aportando un tanto por cabeza. La ganadería y la agricultura eran de gran importancia en la Alcarria, la huella de esta importancia de la cabaña lanar en nuestra tierra está en el gran número de cabañas "chozas" y corrales esparcidos por toda la comarca y dada la cantidad de monte con hierbas aromáticas con que cuenta nuestra tierra, eran un plato suculento para los rebaños de ovejas y cabras …”



DULA, DULERA

Miraba la luz perderse tras los tejados de las casas
y solo observaba mientras llegaban silencios
que entraban a trompicones por las puertas y ventanas

Paleduz, paloduz, traían en alegre jarana
pequeños guachos de zapatillas descarnadas
como la piel seca de una cabra
y la calle tomaba vida
en la misma medida que los estómagos se llenaban
de oraciones, aire, agua y buenas palabras.

Bajaban por la calle de Las Cruces las mujeres
vestidas de negro y mascando palabras
y también los brabucones de los hombres
cantando coplas que entre los dientes se escapaban.

Ay, dula, dulera de ovejas cabras y machos cabrios
y de una pastora con vara
que por confundir la oveja me pegó con ella en la cara
y de propina se llevo cuatro o cinco pedradas
que mi hermano con especial puntería desde lejos le largaba.

Y en días de nieve
la gente se alargaba hasta la plaza
y con los blancos colores y fríos las chimeneas parecían
locomotoras en marcha.

No había días sin escuela por mucho que nevera
y ya camino de la calle de Melgarejo los tarugos pesaban
más que los libros y libretas que yo felizmente transportaba
en una cartera pequeña que con crueldad felina lanzaba
día tras día por encima de una tapia
que daba a un jardín con rosales y geranios
y mira por donde mi hermano saltaba y saltaba,
como si aquella tapia no existiera,
como si los libros fueran más que de papel de fina plata.

El bueno de mi hermano me cuidaba
y de la mano me llevaba camino de la escuela
y luego me dejaba en aquel caserón tremendo
donde Doña Pía recitaba vocales y consonantes
mientras yo la miraba sin entender por aquellos días
que es lo que a aquella buena mujer le pasaba;
luego cuando lo entendí ya era tarde Doña Pía no estaba.

Con la matazón el gorrino nos engordaba
y en la cocina se curaban los chorizos y morcillas
los jamones en la cámara y en días de fiesta
que buenos estaban aquellos pucheros de judías pintas,
garbanzos, pelotas de pan, jamón, chorizo y morcilla,
tocino y como no oreja y papada.

poema de José Vte Navarro Rubio

2 comentarios:

Iosu dijo...

En el pueblo de Adios, junto a Muruzábal, (Navarra) se llamaba "dula" al rebaño formado por cabras y ovejas de los vecinos del pueblo, que cada día eran llevados a pacer por un pastor. "Ya viene la dula" decían cuando, al caer la tarde, regresaban los animales, llenando el pueblo con el ruido de las esquilas y cencerros.

Iosu dijo...

En el pueblo de Adios, junto a Muruzábal, (Navarra) se llamaba "dula" al rebaño formado por cabras y ovejas de los vecinos del pueblo, que cada día eran llevados a pacer por un pastor. "Ya viene la dula" decían cuando, al caer la tarde, regresaban los animales, llenando el pueblo con el ruido de las esquilas y cencerros.