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la influencia árabe en nuestro lenguaje

Os publico en este apartado un tratado muy especial y atractivo... que ahonda e ilustra como nadie sobre la "influencia árabe de la lengua española"... y por ende refleja los orígenes de nuestra lengua "alcarreña". Esta rescatado del tema V del libro de Rafael Lapesa Hª de la Lengua España.

Espero que disfruteis buceando por sus descripciones, recordando al tiempo vuestra propia historia a través de la forma de expresarse de nuestros nuestros mayores... y que en parte, la continuamos nosotros utilizando "sin pensarlo" un número inmenso de arcaísmos cuyo orígen árabe desde siempre han estando presentes y siguen estando vivos en nuestro léxico hoy en día.





temas:* la civilación arábigo-española
* el hispano árabe y sus variedades
* vocabulario español de origen árabe
* toponimia peninsular de origen árabe
* fonética de los arabismos
* aspectos morfológicos y sintácticos del arabismo
* arabismo semántico, fraseológico y paremiológico
* apogeo y decadencia del arabismo

LA CIVILIZACIÓN ARÁBIGO-ESPAÑOLA.
Cuando empezaba a consolidarse el aluvión germánico en Occidente, las tribus dispersas de Arabia, electrizadas por las doctrinas de Mahoma, encontraron un credo y una empresa aglutinante: la guerra santa. En menos de medio siglo se adueñaron de Siria, Persia, el Norte de África y Sicilia; en siete años conquistaron España, y a continuación casi todo el Mediodía de Francia. Frente a la Europa cristiana y romano-germánica se alza el Islam, rival a la vez que estímulo y complemento. Dos civilizaciones que sostendrían en España una contienda prolongada y decisiva.
Los árabes, sirios y berberiscos que invaden la Península no traen mujeres: casan con hispano-godas, toman esclavas gallegas y vascas. Entre los musulmanes quedan muchos hispano-godos, los mozárabes, conservadores del saber isidoriano: unos consiguen cierta autonomía; los más exaltados sufren persecuciones y martirio; otros se islamizan; pero todos influyen en la España mora, donde se habla romance al lado del árabe, cunden relatos épicos sobre el fin de la monarquía goda y personajes mozárabes relevantes, se cantan villancicos romances y nace un tipo de canción lírica, el zéjel, en metro y lenguaje híbridos.
Córdoba se convierte en el centro de una brillantísima civilización islámica; florecen la agricultura, industria y comercio. La vida refinada; el lujo y los festines alternan con la música, la danza y la poesía más exquisita. Califas y reyes de taifas reúnen copiosas bibliotecas, como la de Alhákem II, y protegen a los sabios. En Oriente, los árabes recogen las matemáticas indias, la ciencia y la filosofía griegas, e imprimen a todas sello propio.
En la Península, los primeros influidos por la cultura musulmana son los mozárabes; aun los que siguen profesando el cristianismo escriben a veces en árabe y suelen tomar nombres árabes. Les siguen los cristianos del Norte, movidos por los emigrados que acogen en sus reinos. En los siglos X y XI abundaban en León y Castilla nombres como Abolmondar, Motárrafe, Ziti, Abohamor; había quien indicaba el linaje anteponiendo ibn 'hijo de' al nombre paterno, según la costumbre semítica; así se formaron apellidos como Benavides, Benigómez. A la arquitectura ramirense de Santa María de Naranco sucede el predominio de la mozárabe. Sancho I de León va a la corte de los califas a que médicos andalusíes curen su obesidad; Alfonso V sostiene talleres donde se fabrican tejidos morunos; y el conde castellano Sancho García recibe a los legados cordobeses vestido a usanza mora y sentado en cojines.
Al avanzar la Reconquista, caen en poder de los cristianos Toledo (1085) y Zaragoza (1118), bien pobladas, con vida y tráfico intensos. Los mozárabes que las habitan están fuertemente arabizados y el contingente moro que permanece en ellas es muy numeroso. Los mudéjares y moriscos de las regiones que se van ocupando conservan sus creencias, instituciones, costumbres y lengua. El arzobispo don Raimundo funda en Toledo la célebre escuela de traductores, y Alfonso el Sabio reúne en su corte sabios judíos al lado de los letrados cristianos. El renacimiento europeo del siglo XII y la Escolástica traban conocimiento con Aristóteles, Hipócrates y Dioscórides por medio de Avempace y Averroes, Avicena y los botánicos árabes.



EL HISPANO-ÁRABE Y SUS VARIEDADES.El dialecto de los musulmanes andalusíes ofrecía peculiaridades frente a otras variedades del árabe. Dentro del Ándalus existían diferencias regionales y entre el uso urbano y el campesino. Tales dialectalismos eran propios del lenguaje vulgar, que incorporaba muchos préstamos romances tomados de los mozárabes. El lenguaje escrito procuraba mantenerse fiel al árabe clásico, o al menos al llamado «árabe medio», koiné bajo la cual se nota a veces la lengua hablada subyacente. Pero hubo poetas y géneros poéticos que cultivaron artísticamente el dialecto vulgar y aun la mezcla de árabe y romance: así ocurría en la muwaššaha o moaxaja y en el zağal o zéjel, géneros cuya invención se atribuye a dos poetas de Cabra, el ciego Muhammad ben Hammud o Mahmud, y Muqqadam o Mocádem ben Mu'afa, contemporáneo del emir Abdalá (muerto en 912). La elaboración poética del dialecto, con inserción de abundantes romancismos se ve ya en Muhammad ben Mas'ud (primera mitad del s. IX), pero culmina en el Cancionero de Ben Quzmán (h. 1080-1160), el más extraordinario poeta de la España musulmana.



VOCABULARIO ESPAÑOL DE ORIGEN ÁRABE.
El elemento árabe fue, después del latino, el más importante del vocabulario español hasta el siglo XVI. Sumando el léxico y los topónimos, no parece exagerado suponer más de cuatro mil formas .
1. La guerra proporcionó muchos términos: los moros organizaban contra los reinos cristianos expediciones anuales llamadas aceifas, y múltiples correrías o algaras; iban mandados por adalides; los escuchas y centinelas se llamaban atalayas y la retaguardia del ejército, zaga. Entre las armas figuraban el alfanje y la adarga; los saeteros guardaban las flechas en la aljaba; y la cabeza del guerrero se protegía con una malla de hierro o almófar. Fronteras y ciudades estaban defendidas por alcazabas, con almenas que resguardaban a los que disparaban desde el adarve. Novedad de los musulmanes fue acompañar sus ataques o rebatos con el ruido del tambor; sus trompas bélicas eran los añafiles. La caballería mora seguía otra táctica a la cristiana: ésta era más firme y lenta; aquélla, más desordenada y ágil. Los alféreces o caballeros montaban a la jineta, con estribos cortos, que permitían rápidas evoluciones, y espoleaban a la cabalgadura con acicates. Entre sus caballos ligeros o alfaraces había muchos de color alazán; la impedimenta era llevada por acémilas, y en los arreos de las bestias entraban jaeces, albardas, jáquimas y ataharres.

2. Los moros eran hábiles agricultores: perfeccionaron el sistema romano de riegos, que aprendieron de los mozárabes; de ahí los nombres de acequia, aljibe, alberca, azud, noria y arcaduz. En sus alquerías y almunias se cultivaban alcachofas, algarrobas, alubias, zanahorias, chirivías, berenjenas y alfalfa. Los campos dieron productos desconocidos en Occidente, como el azafrán, la caña de azúcar y el algodón. La paja de las mieses se guardaba en almiares, y en alfolíes el grano, que después se molturaba en aceñas y tahonas mediante el pago de la maquila; la aceituna se molía en almazaras. Cuando los vergeles europeos estaban casi abandonados a la espontaneidad natural, la jardinería árabe llegaba a gran perfección artística.
Los castellanos del siglo XV, al soñar con el anhelado rescate de Granada, no encontraban nada comparable a sus jardines: el Generalife era «huerta que par no tenía». En la España mora había patios con arriates y surtidores, azucenas, azahar, adelfas y alhelíes, encuadrados por setos de arrayán. Nombres arábigos de árboles son almez, alerce, acebuche; y hasta en la flora silvestre se introdujeron denominaciones como jara, retama, alhucema, almoraduj; las tres últimas en alternancia con las románicas hiniesta, espliego, mejorana.

3. La laboriosidad de los moros dio al español el significativo préstamo de tarea. De los telares levantinos y andalusíes salían tejidos como el barragán, de lana impermeable, o el tiraz, ricamente estampado; además se comerciaba con telas de Oriente: egipcio era el fustán y chino el aceituní que vestían las hijas del Marqués de Santillana. El verbo recamar y el antiguo margomar 'bordar' dan fe del prestigio que alcanzaron los bordados árabes. El curtido y elaboración de los cueros dejó badana, guadamacil, tahalí; los cordobanes fueron usados en toda Europa. Alfareros y alcalleres fabricaban tazas y jarras, mientras los joyeros, maestros en el arte de la ataujía, hacían ajorcas, arracadas y alfileres, o ensartaban el aljófar en collares. Muy estimadas eran las preciosas arquetas de marfil labrado. Entre los productos minerales que se obtenían en la España mora están el azufre, almagre, albayalde y alumbre; y el azogue de Almadén, topónimo que significa 'la mina'.

4. Había impuestos como aranceles y tarifas de aduana. Almacén, almoneda, zoco, alhóndiga, recua y el antiguo almayal, almajar 'arriero', recuerdan el comercio musulmán. El almotacén inspeccionaba pesas y medidas, de las que han perdurado muchas: arroba, arrelde, quintal, fanega, cahíz, azumbre. La moneda de los moros corrió durante mucho tiempo entre los cristianos; el primitivo maravedí era el dinar de oro acuñado en las cecas almorávides.

5. Las casas se agrupaban en arrabales, o en pequeñas aldeas. A la vivienda pertenecen zaguán, azotea, alcoba y su antiguo sinónimo alhanía; había ventanas con alféizar, partidas por ajimeces. Alarifes y albañiles decoraban los techos con artesonados y alfarjes; levantaban tabiques, ponían azulejos y resolvían el saneamiento con alcantarillas y albañales. El ajuar de la casa comprendía muebles de taracea, almohadas, alfombras, jofainas y utensilios de cocina como alcuzas y almireces. Entre los manjares figuraban las albóndigas y el alcuzcuz, y en la repostería entraban el almíbar, el arrope y pastas como el alfeñique y la alcorza.

6. Los moros vestían aljubas o jubones, almejías, albornoces y zaragüelles; calzaban borceguíes y babuchas. Rezaban cuando el almuédano, desde lo alto del alminar, tocaba la señal de zala u oración. En los ratos libres tañían la guzla, el albogue, el adufe o el laúd; se entretenían con el ajedrez, y los tahúres con juegos de azar (

7. Los cristianos españoles adoptaron instituciones, costumbres jurídicas y prácticas fiscales de los moros, con la terminología consiguiente: alcaldes y zalmedinas entendían en pleitos y juicios; el alguacil fue primero 'gobernador', según el significado del árabe a l - w a z ī r 'lugarteniente'; pero descendió más tarde a la categoría de oficial subalterno. En las testamentarías intervenía el albacea. Los contratos se formalizaban por medio de documentos o albalaes y para festejarlos había convites de robra o alboroque. El almojarife cobraba impuestos y alcabalas.

8. Las matemáticas deben a los árabes grandes progresos. El sobrenombre de Al-xuwārizmī, llevado por uno de sus más eminentes cultivadores, dio lugar a algoritmo 'cálculo numérico' y guarismo. Propagaron la numeración india, y con ella el empleo de un signo para indicar ausencia de cantidad; el signo en cuestión se llamó sifr 'vacío', de donde viene el español cifra . Iniciaron además el álgebra. En la alquimia fueron constantes investigadores: instrumentos como el alambique, la alquitara y la redoma; términos tan usuales como alcohol y álcali usados para obtener el elixir o piedra filosofal. Gran prestigio tuvo su medicina: la autoridad de Avicena fue reconocida en Europa hasta el siglo XVIII, un refrán español lo proclama supremo curador: «más mató una cena que sanó Avicena». En la terminología médica europea entró nuxá 'médula espinal', que a través del bajo latín nucha y quizá influido por el ár. nuqra 'cogote', ha dado nuca; calcos del árabe son duramadre, piamadre y bazo. La farmacia conserva jarabe, alquermes y muchos nombres de plantas medicinales. La astronomía alfonsí usó mucha nomenclatura arábiga; hoy tienen plena vigencia cenit, nadir, auge, acimut, etc., y numerosos nombres de estrellas, como Aldebarán, Algol, Rigel, y Vega.

9. No abundan los adjetivos: horro, mezquino, baladí, baldío, zahareño, gandul; los antiguos rahez 'ruin' y jarifo 'vistoso'; algunos de color, como azul, añil, carmesí, y pocos más. Del indefinido árabe fulān 'uno', 'cualquiera', procede fulano (esp. medieval fulán); y man kāna 'el que sea' dio origen a mengano. De verbos, aparte de numerosos formados sobre sustantivos y adjetivos, hay algunos derivados directamente, como halagar (xalaq 'pulir'), acicalar y el ya citado recamar. Partículas de origen árabe son marras, de balde, en balde, hasta (de hattá > esp. ant. fata, ata), la demostrativa he de he aquí, helo; las interjecciones hala, guay, ojalá, así como la antigua ya 'oh' («¡Ya Campeador, en buena cinxiestes espada!»), y alguna otra.

10. En el léxico español de procedencia arábiga escasean palabras referentes al sentimiento, emociones, deseos, vicios y virtudes. La religión cristiana apoyaba términos latinos, y el arabismo, cuando lo hubo, consistió en alguna acepción nueva. Casi sólo las manifestaciones ruidosas de alegría (alborozo, alboroto, albuélbola) y la ceremonia en salutaciones (zalema) dejaron huellas en la lengua de los cristianos. Sin embargo, hazaña desciende del árabe hasana 'buena obra', 'acción meritoria', con influencia posterior de fazer, y aleve, del ár. al-aib 'vicio', 'acción culpable'.

11. Como en tantos aspectos de su civilización, también en el léxico fueron los árabes afortunados intermediarios. Transmitieron muchas voces procedentes de diversas lenguas, y las amoldaron a su fonética igual que el español hizo con los arabismos. De origen sánscrito son, por ejemplo, alcanfor y ajedrez; los brahmanes de la India aparecen en el Calila castellano del siglo XIII con las formas albarhamiún y albarhamín de su original árabe. Del persa vienen jazmín, naranja, azul, escarlata; los helenismos son muchos: óryza > arroz, zizyphon > azufaifa, drachmé > adarme, ámbix > alambique, chymeia > alquimia, sikelós > acelga; y abundan las palabras latinas: [malum] persĭcum > albérchigo, modius > almud, castrum > alcázar. Las formas españolas son resultado de una doble adaptación: a la distancia que media entre el latín sitǔla o el griego thermos y los árabes as-setl, al-turmūs, se ha añadido la deformación que lleva de estos últimos hasta los españoles acetre, altramuz. Estas deformaciones permiten reconocer los vocablos y nombres geográficos grecolatinos que han pasado a través del árabe. Aparte del artículo árabe al, que suele anteponerse, la /p/, que no existía en árabe, fue sustituida por /b/ (praecoquus > albaricoque, [malum] persĭcum > albérchigo); la /g/ velar da a veces /ğ/ sonido análogo al de nuestra antigua j; palatal: Tagus > Tajo, port. Tejo. Fenómeno peculiar del árabe hispano es la imela o paso de la /ā/ a /e/ y luego a /i/; así Hispalis > * Hispalia dio Išbiliya, origen de nuestra Sevilla.

12. Cuando los árabes entraron en contacto con los hispano-godos sometidos, tomaron de ellos la /ĉ/ con que articulaban lo que había sido /ć/ latina ante /e/ o /i/. Los árabes conservaron en las voces hispánicas este sonido, incluso después que los mozárabes alternaran las pronunciaciones /ĉ/ y /ŝ/. A esto se debe el predominio de /ĉ/ en las transcripciones árabes de voces romances (aĉetaira 'acedera', ĉerasia 'cereza', riĉino 'ricino'), así como la abundancia de ch por c en topónimos de las regiones que pertenecieron al Ándalus: Conchel (Huesca), Alconchel (Zaragoza, Cuenca, Badajoz, Portugal), Conchillos (Zaragoza) de concĭlĭu; Escariche (Guadalajara), Escriche (Teruel) del genitivo Ascarici; Carabanchel (Madrid), Caramonchel (Portugal); Elche <> alfoz, al-xorğ > alforja (de ahí las alternancias alholí/alfolí, Alhambra/Alfambra); en ocasiones dan /g/ o /k/ ( al-arabiyya > algarabía, šaix > ant. xeque, mod. jeque); y no es rara la supresión total, sobre todo del ‘ain (‘arab > árabe; al-‘arif > alarife; al-‘ard > alarde), pero también de otras velares o laríngeas (tareha > tarea, xalūqui > aloque). Otra adaptación fue la de los masculinos que terminaban en consonantes o grupos que desde el s. XIV nuestra lengua no tolera en final de palabra: la dificultad se resolvió unas veces añadiendo una vocal de apoyo, como en los recién mencionados árabe, alarife, alarde y en as-süq > ant. azogue 'mercado' y zoco; ar-ratl > arrelde; al-ğib > aljibe, etc.

Otras veces la consonante árabe fue sustituida por otra tolerable en castellano ( al-muhtasib > ant. almotaceb > almotacén; al-‘aqrab > alacrán; rabāb > rabel) u omitida (rabé). Los nombres árabes que acababan en vocal acentuada o habían perdido la consonante que la seguía ofrecían un final entonces insólito en polisílabos nominales castellanos (sólo en la conjugación había formas canté, salí, cantó, salió); por eso tomaron frecuentemente una consonante paragógica, con la cual se asemejaron a tipos de sustantivo o adjetivo habituales en nuestra lengua: al-kirá > ant. alquilé pasó a alquiler según el modelo de mujer, esparver, canciller; junto a albalá (al-bará’)y alajú ( al-hašū) surgieron albarán y alfajor, concordes con las terminaciones romances -án y -or; al-bal lā’a y su variante al-bal lū’a dieron albañal o albañar y albollón, asimilados a los sufijos castellanos -al, -ar y -ón. Incluso arabismos en /-í/ la incrementaron con adición de consonante (al-banná’ > albañí > albañil; al-hurī > alholí, alfolí.

2. Una vez admitidos, los arabismos experimentaron cambios fonéticos propios del romance. La palatalización y ulterior asibilación de /k/ ante /e/, /i/ estaban consumadas cuando se introdujeron los más antiguos, y no les alcanzaron: la /k/ guarda en todos su articulación velar (miskīn > mezquino). Pero los diptongos /ai/, /au/ han dado /e/, /o/ en castellano y catalán, /ei/, /ou/ en gallego-portugués ( al-daia > cast. y cat. aldea, port. aldeia; as-saut > cast. azote, cat. açot, port. açoute) . Muchos préstamos viejos sonorizaron sus oclusivas sordas intervocálicas, como las voces latinas: al-qutūn > algodón, šabaka > xábega, jábega; ta’līqa > talega; sin embargo, el ta’ enfático y el qaf uvular eran total o parcialmente sonoros en el primitivo hispano-árabe.

También participaron los arabismos en la palatalización de /ll/ y /nn/ geminadas > /ļ/ y /ņ/: an-nīl > añil, al-bannā > albañil, an-nafīr > cast. añafil, cat. anyafil; el portugués ha reducido estas consonantes dobles a sencillas (añil, alvanel, añafil, almocela, igual que annu > ano y capĭllu > cabelo). El grupo /st/ (con sin o sad predorsales en árabe) fue interpretado en castellano como /ŝt/ y después reducido a /ŝ/ (escrita ç, c): musta'rib > moçárabe, al-fustaq > alfócigo; 'ustuwān > çaguán; el cambio alcanzó a las palabras grecolatinas transmitidas por los árabes: gr. mastiche, lat. mastĭcum > ár. almastika > cast. almáciga, Caesaraugusta > ár. Saraqusta > esp. Çaragoça, Astĭgi > ár. Estiğa > esp. Écija.

3. El español no ha incorporado ningún fonema árabe. Nebrija, observando que las antiguas /ŝ/, /š/ y [h] aspirada, escritas ç, x y h, no tenían equivalentes en griego ni en latín y sí en árabe, creyó procedían de éste. Pero se trata de una simple coincidencia: la evolución autóctona de ciertas consonantes y grupos latinos en español había producido los tres sonidos con independencia del árabe, aunque éste los poseyera también.

Se suele afirmar que el paso de /ś/ a /š/ (sapone > xabón, sucu > xugo) ha sido fruto de influencia morisca, pues el árabe no tenía /ś/ igual a la castellana y la transformaba en /š/; y la pronunciación morisca /š/ (moxca) está atestiguadísima hasta el s. XVII. Con todo, nuestra /ś/ adquiere de modo espontáneo un timbre chicheante que basta para explicar su frecuente sustitución por /š/; el influjo morisco sólo es probable en nombres geográficos del Ándalus, como Saetabis > Xátiva, Saramba > Xarama, y en algún arabismo claro, como xarabe, xarope.

4. Se ha apuntado la posibilidad de que la introducción de arabismos alterase la proporción de vocablos agudos, llanos y esdrújulos en el español y favoreciera tipos especiales de palabra. Será necesario comprobarlo mediante un estudio estadístico riguroso, que hasta ahora no se ha hecho; parece, no obstante, que el porcentaje de polisílabos agudos no verbales es mayor en las voces españolas de origen árabe que latino; no ocurre así con los proparoxítonos árabes, pues el cultismo literario y científico adoptó y adopta continuamente esdrújulos grecolatinos .

En cambio, es evidente la abundancia de arabismos polisílabos graves terminados en / ar/ (acíbar, albéitar, alféizar, aljófar, almíbar, almogávar, azófar, azúcar, nácar, nenúfar, etc.), estructura escasísima en sustantivos de otro linaje (néctar); y el gran número de agudos que acaban en z (ajimez, almirez, cahíz, rahez, marfuz, alfoz), raramente de origen latino (nariz, cariz), salvo sufijos de sustantivos abstractos (sencillez, timidez) o de adjetivos cultos (audaz, capaz, locuaz, voraz, feliz, atroz, veloz).


ASPECTOS MORFOLÓGICOS Y SINTÁCTICOS DEL ARABISMO.
1. En árabe el artículo al presenta normalmente al sustantivo, cualquiera que sea su género y número, tanto referido a entes determinados como entendido conceptualmente.
Los sustantivos españoles de origen árabe, en su mayoría, han incorporado a sus lexemas este elemento al sin valor de artículo, por lo que pueden llevar artículos y determinativos romances (el alhelí, un alacrán, estos alborotos) y conservar su al en la derivación (alborotar, alcaldada, acemilero, alevoso).
Los arabismos españoles reflejan la asimilación árabe del lam del artículo a las llamadas «letras solares» (dentales, sibilantes, /l/, /r/ y /n/): aθ-θumn > azumbre, ad-darga > adarga, as-saut > azote, ar-rabad > arrabal; pero no faltan casos con /l/ no asimilada a la «solar» siguiente (al-dai’a > aldea, al-turmūs > altramuz. La incorporación de al (o formas asimiladas) al lexema de los arabismos españoles contrasta con su ausencia en los arabismos del italiano (esp. azúcar, it. zucchero). Esta diferencia de trato ha sido objeto de interpretaciones poco convincentes .
Por contagio de los arabismos, palabras de otra procedencia han tomado al , a protéticos (lat. mena > ant. mena, mod. almena —acaso ya mozárabe—; *materinĕa > madreña, almadreña; ligustru > ligustre, aligustre); otras han introducido /l/ epentética en su sílaba inicial (amĭddǔla > almendra), o han trocado por /l/ en ella otra consonante implosiva (*admordiu > almuerzo, arbutěu > alborzo).

2. La terminación /-i/ ha pasado al español como parte integrante de adjetivos, sustantivados o no, de origen árabe (cequí, jabalí, maravedí, muftí, muladí, baladí, etc.), y sobre todo, como sufijo de gentilicios y otros derivados de nombres propios árabes (fatimí, yemení, marroquí). Con este valor sigue activo en español para nuevas formaciones (bengalí, iraní, iraquí, paquistaní, israelí).
Dos ejemplos de su vigencia a través de los siglos: en el XIII los sabios judíos que colaboraban en las empresas científicas de Alfonso X sugirieron un nuevo cómputo cronológico a partir de «la era alfonsí», forjando el derivado sobre un antropónimo no semítico; en 1951 Menéndez Pidal puso en circulación andalusí 'perteneciente o relativo al Ándalus' para distinguirlo de andaluz 'perteneciente o relativo a Andalucía'. Normalmente í en singular, íes en plural valen para masculino y femenino (hurí, huríes); pero hay ejemplos medievales de ía, ías: marroquía, ceptías, tortoxías.

3. La cuarta forma (voz causativa) de los verbos árabes se caracteriza por anteponer un álif (nuestra a) a la raíz trilítera, cuya primera consonante toma posición implosiva: a la forma básica hazina 'estar triste' corresponde la cuarta ahzana 'entristecer, afligir'; a karuma 'ser noble', akrama 'honrar a otro', etc.; a veces el álif es el único morfema causativo (māta 'morir', amāta 'matar').
De ahí que se haya atribuido a influjo árabe el valor causativo frecuente en el prefijo español a (aminorar, acalorar, ablandar, agravar, avivar), señaladamente en amatar frente a matar. Aparte de este caso, discutible, es preciso tener en cuenta que el prefijo latino ad , con su / d/ asimilada a la consonante siguiente, o perdida ante vocal en español, formaba multitud de verbos causativos: affirmare, aggregare, annotare, annullare, associare, adunare > aunar.

4. Semejante es el caso de los plurales hispanorrománicos los padres 'el padre y la madre', los reyes 'el rey y la reina', los duques 'el duque y la duquesa', los guardas 'el guarda y la guardesa', los hermanos, los hijos, etc., inclusivos de varones y hembras.
El que fuera de la Península no haya lengua románica donde tenga desarrollo tan amplio ha hecho pensar en influjo árabe; pero el latín conocía reges 'el rey y la reina', fratres 'el hermano y la hermana', filii 'los hijos y las hijas', y hasta patres como sinónimo de parentes. El arabismo, si realmente existió, no hizo sino corroborar la herencia latina.

5. En el Calila e Dimna, en otras versiones medievales castellanas de textos árabes y en la literatura aljamiada, se dan profusamente fenómenos que, atestiguados casi todos en la sintaxis románica, no llegan a ser norma en ella y sí en la arábiga; véanse algunos: se emplean preposición + pronombre personal tónico en lugar de pronombre átono («ayuntáronse las aves a él», «ya encontré a ellos» por 'ayuntáronsele', 'ya los encontré'), y de + pronombre personal en vez de posesivo («las pisadas dellos», «el cabdiello dellos»).
Abunda el posesivo pleonástico («su vida del hermitanno»). La frase relativa se introduce mediante un que cuya dependencia respecto al verbo introducido o respecto al antecedente se aclara después con una preposición + pronombre personal o con un posesivo («la jarra que yaze en ella muerte supitaña» 'en que yace, en que se oculta'; «la estrella que tú quisieres saber su lugar» 'cuyo lugar quisieres saber'). El sujeto impersonal se indica valiéndose de formas verbales de tercera persona, ya de plural («quando vieren en la tierra árbol grande..., es la tierra buena» 'cuando se viere'), ya de singular («tuelga las fojas e eche en ellas de los cominos e del orégano» 'quítense', 'échese'), o, más aún, utilizando la segunda persona de singular («quando esto conocieres, para mientes... al sennor de la faz»).
Es abundantísima la coordinación copulativa («et detove mi mano de ferir e de aviltar e de rrobar et de furtar e falsar. Et guardé el mi cuerpo de las mujeres, e mi lengua de mentir...»); y muchas veces, tras una oración subordinada la conjunción copulativa precede a la principal o al verbo de ésta («si non ha cuydado de su vientre, et aquel es contado con las bestias nesçias». La conjunción subordinativa que se repite tras inciso («e non fue seguro que, si me dexasse del mundo e tomasse rreligión, que lo non pudiera conplir»), etcétera.
Todos o casi todos estos ejemplos tienen paralelo en otras lenguas románicas y bastantes cuentan con precedente latino; a lo largo de la historia del español, desde el Cantar de Mio Cid hasta el lenguaje coloquial de hoy, se registran numerosísimas muestras de unos y otros, a pesar del freno impuesto por la norma culta, más racional que expresiva. No se trata, pues, de sintagmas prestados por el árabe; pero el arabismo, innegable en las traducciones medievales, hubo de contribuir a que tuvieran en la Península mayor arraigo que en francés o italiano.
Junto al factor árabe es necesario tener en cuenta el hebreo, ya que no pocos de estos rasgos son comunes a las dos lenguas y abundan en versiones castellanas de la Biblia; además, los traductores del árabe al romance solían ser judíos. Si hay modelos árabes de reflexividad expresada por medio de «en mi corazón», «con mi voluntad», los bíblicos son infinitos; recuérdese, de los Salmos, «dijo el necio en su corazón: no hay Dios».
De igual modo, si el acusativo interno y otras figuras etimológica son frecuentes en las versiones del árabe («bramó Çençeba muy fuerte bramido»), en las de la Biblia son característicos giros intensivos como «errando errará la tierra», «muchiguar muchiguaré tu semen» o, en el latín de la Vulgata, «desiderio desideravi» 'he deseado con vehemencia'. Huella sintáctica de convivencia medieval entre gentes de las tres religiones es la perduración de calla callando, burla burlando, yendo que íbamos, al pasar que pasé, etc., en el español posterior.

6. El orden de palabras normal en la frase árabe y hebrea sitúa en primer lugar el verbo, en segundo el sujeto y a continuación los complementos. Como en español y portugués el verbo precede al sujeto con más frecuencia que en otras lenguas romances, se ha apuntado la probabilidad de influjo semítico. La hipótesis necesitaría comprobarse con un estudio riguroso del orden de palabras español en sus distintas épocas y niveles, parangonado con el de las demás lenguas románicas, el árabe y el hebreo. Tal estudio no existe aún .



ARABISMO SEMÁNTICO, FRASEOLÓGICO Y PAREMIOLÓGICO
La penetración árabe en español tiene otras manifestaciones más recatadas que la incorporación de vocabulario o sufijos. Hay palabras y expresiones completamente románicas en cuanto al origen y evolución formal de su significante, pero parcial o totalmente arabizadas en su contenido significativo, pues han adquirido acepciones nuevas por la presencia mental de una palabra árabe con la que tenían algún significado común.
Así, el antiguo poridat tomó los sentidos de 'intimidad' y 'secreto' poseídos por los derivados del ár. xālasa 'ser puro'; casa significó 'casa' y 'ciudad' según uso del árabe dār; infante se concretó a significar 'hijo de noble', 'hijo de rey', apoyándose en el árabe walad 'hijo', 'niño' y 'heredero del trono'; acero valió 'filo agudo' y 'energía, fuerza', según el árabe dokra 'acero de la espada', 'agudeza del filo', 'vehemencia, fuerza'. Nuevas aparece en la Edad Media con los sentidos de 'acaecimiento, suceso', 'hazañas', 'renombre' y 'relato', 'noticia', existentes todos en los árabes hadīθ, hudūθ.
El árabe llama 'hijo de una cosa' a quien se beneficia de ella (el rico es ibnad-dunyā 'hijo de la riqueza'; el ladrón, ibn al-layl 'hijo de la noche', porque la noche favorece el robo); así se explica el primer elemento de hijodalgo, hidalgo, voz sinónima de 'hijo de bienes', según la definió Alfonso el Sabio. Dos de las palabras árabes (luğayn y waraqā) que significan 'plata' poseen acepciones originarias de 'hoja, follaje' y 'lámina'; a imitación suya el latín platta 'lámina de metal' tomó el valor de argentum en la Cataluña de los siglos X y XI, de donde pasó al resto de la España cristiana: el Poema del Cid ya no usa ariento, sino plata.
En ocasiones una misma palabra árabe ha dado lugar a un calco semántico y a un préstamo léxico: gāwara , que valía 'correr' y 'depredar', contagió este segundo sentido al español correr («agora córrem' las tierras que en mi empara están», Mió Cid, 964); de aquí el uso de corredor por 'depredador', que no impidió la introducción del arabismo léxico almogávar (<>
El empleo de señor como 'dueño' se extiende en esp. medieval y clásico a expresiones como «la señora de la trayçión» 'la traidora', «la señora del (buen) parecer» 'la bien parecida' (Zifar) o «una bacía de açófar... que era señora de un escudo» 'que valía un escudo' (Quijote): todas ellas calcan las árabes con dū, fem. dat 'el de', 'el que tiene', 'el poseedor o dueño' + genitivo. La locución adverbial con bien 'felizmente' corresponde a la ár. bi-xayr , hebrea betob ; y henchir o llenar el ojo a alguien 'agradarle, gustarle mucho, satisfacerle' traduce literalmente el ár. mala’al-‘ayna. Al adoptar la vida española prácticas religiosas o sociales de origen musulmán, se han reproducido con palabras romances las fórmulas árabes correspondientes.
Tal es el caso de las bendiciones «que Dios guarde», «que Dios mantenga», que antaño acompañaban la mención del rey o señor. La exclamación entusiasta «bendita sea la madre que te parió», el «si Dios quiere» con que se limita la confianza en los proyectos humanos al hablar del futuro, o el «Dios le ampare» que se dice al mendigo, son también, entre otros, traducción viva de fraseología arábiga . Por último, el refranero español se ha nutrido ampliamente de refranes árabes traducidos, adaptados o refundidos .




APOGEO Y DECADENCIA DEL ARABISMO. La suerte de los arabismos hispánicos ha variado según las épocas. Hasta el siglo XI, mientras la Península estuvo orientada hacia Córdoba, se introdujeron sin obstáculo ni competencia. Durante la baja Edad Media continúa pujante la influencia arábiga, aunque lucha ya con el latinismo culto y con el extranjerismo europeo.
Después se inicia el retroceso: Villalobos, en 1515, censura a los toledanos porque empleaban arabismos con que «ensucian y ofuscan la polideza y claridad de la lengua castellana». Nuevas técnicas, modas e intereses suceden a los medievales, y la cultura musulmana, en franca decadencia, no podía ofrecer nada comparable al espléndido Renacimiento europeo. Mientras los moriscos permanecieron en España, su vestido, costumbres y usos tenían valor de actualidad; desde su expulsión quedaron sólo como recuerdo.
Muchos términos árabes fueron desechados: alfayate, alfajeme no resistieron la competencia de sastre y barbero; el albéitar creyó ganar en consideración social llamándose veterinario, y el nombre de alarife se conservó únicamente en la memoria de los eruditos. Otros arabismos han sido recluidos en el habla campesina o regional. Pero la gran cantidad de los que subsisten con plena vida, muchos de ellos fundamentales, caracteriza al léxico hispano-portugués frente a los demás romances.

243 comentarios:

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Ankh Amón Hamilton dijo...
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Ankh Amón Hamilton dijo...

A los bereberes del norte de África históricamente, y de una manera genérica se les asimila aquí a los árabes, al tener la misma fe , el Islam, y formar parte de la invasión y cultura islámica andalusí.
La mezquita, lugar de rezo si, pero también de cultura, dicen. Y se ponen a construir de manera diligente la mezquita entre la comunidad. Que debe de haber unas cuantas por estos pagos peninsulares, y pueblos.
Ahora, es diferente la cuestión.
En la inmigración peninsular africana, los padres hablan bereber, y árabe marroquí. Pero los nenes, niños y niñas, hablan castellano o español, y el padre les enseña, a escribir en español, y el alfabeto, que conocen perfectamente. No hay que olvidar, la presencia, y obra de España en Marruecos, entre otros lugares de África.
La mezquita, lugar de rezo si, pero también de cultura.

Hamilton dijo...
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Hamilton dijo...

Parece indudable, que el tener cosas en común con los árabes,historia, cultura, lenguaje.Ha permitido conseguir ese importante proyecto del AVE Medina-La Meca.
Hay otros proyectos en los que participan empresas españolas, participadas de capital árabe, como una Torre de energía termosolar en Fuentes de Andalucía, en este caso, Abu Dhabi.

Ankh Hamilton dijo...
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Ankh Hamilton dijo...

Es interesante como se decía, el artículo que Patricia Godes tiene en la red sobre música contemporánea árabe, y como se está imponiendo esta en occidente. Como quieren grabar con ellos.La conexión oriental.
Ya se ha citado a Casim al Saher o Kazem el Saher, de Mosul. Es impresionante un video qie hay aquí, grabado en el Centro de Música de Damasco.
Amr Diab, de Port Said. George Wassouf. Khaled.
Abdemajil Abdullah, el jaliyi, del golfo pérsico.
Om Kalsum.
La música árabe comtemporánea, merece la pena ser escuchada, y escuchada.

Ankh Hamilton dijo...

Es interesante como se decía, el artículo que Patricia Godes tiene en la red sobre música contemporánea árabe, y como se está imponiendo esta en occidente. Como quieren grabar con ellos.La conexión oriental.
Ya se ha citado a Casim al Saher o Kazem el Saher, de Mosul. Es impresionante un video qie hay aquí, grabado en el Centro de Música de Damasco.
Amr Diab, de Port Said. George Wassouf. Khaled.
Abdemajil Abdullah, el jaliyi, del golfo pérsico.
Om Kalsum.
La música árabe comtemporánea, merece la pena ser escuchada, y escuchada.

Ankh Hamilton dijo...
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Ankh Amón Hamilton dijo...
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Ankh Amón Hamilton dijo...

Bueno, pues que la lengua es importante, evidentemente.
La lengua española, no sólo es estructurada e influenciada por la lengua árabe; también la lengua alemana por ejemplo, aporta.Ese término del juego del ajedrez, zugsban.
El ajedrez, esa metáfora del juego de la vida, de la realidad, en la que dos bandos, dos polaridades,luchan, y luchan, sin pausa.
Una palabra precolombina, elegida por el Instituto Cervantes, como hermosa, Querétaro.
En breve, tendremos como dicen, a mogollón, neologismos del chino mandarín, parece indudable.
Las palabras, esos símbolos, susceptibles de ser perfeccionados, con los qie nos comunicamos, que crean mundos.Porque como se ha dicho.
En el principio es el verbo. El mundo se crea por la palabra.
La legua árabe e hispanoárabe, que conforma, y forma parte, de esta, el castellano o español.

Ankh Amón Hamilton dijo...
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Ankh Hamilton dijo...
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Ankh Hamilton dijo...

Como se decía, Patricia Godes, en su edición aquí, hace una referencia interesante a la música árabe contemporánea, como se ha dicho. Entre ellos, Casim el Saher, Amr Diab.Om Kalsum, más antigua que estos.
El jaliyi del golfo, jaliyi, debe querer decir, golfo; Abdelmajid Abdullah.
Cuando en nuestros días, dice Livermore en el librito citado, escuchamos los cantos que acompañam las tareas del campo basados en escalas arabigo andalusíes , no hacemos si no rememorar a los asirios, ocho siglos a C, que escuchaban a sus prisoneros árabes trabajando en el campo, y a los que pedían, más y más cantos.

Ankh Hamilton dijo...
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Ankh Hamilton dijo...
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Ankh Hamilton dijo...

Un mundo nuevo, fascinante, y también difícil, el que heredó, y fué consruyendo Carlos, como se hablaba.También, fascinante sin duda, pero difícil de gobernar.Sin duda, y como se decía, esos ampliois momentos pasados por Carlos e Isabel, en esos escenarios andalusíes en Sevilla y Granada, fueron de los mejores para ellos, añadiendo que como indican quienes lo estudian, debían dde estar profundamente enamorados. Hubo campañas militares difíciles, Metz. En Insbruck, parece que tuvieron que salir pitando, para salverse en Italia. Los problemas con Francia, con el papado, con los musulmanes.
Es el fín de una época, y el comienzo de otra, termina el mundo de caballerías, con la generalización de las armas de fuego, y la artillería. Existe una inercia de los mundos de caballerías soñados en la edad media, El Dorado, California, seres y tierras imaginarias. Si se quiere entender ese tiempo y lo que pasó aquí, convendría leer a Ramón Carande, y sus análisis económicos, financieros, la banca.
Como indica Ricardo de la Cierva en su obra, el emperador Carlos, en un momento dado, decide abdicar, y retirarse a ese lugar tan en secreto decidido, Yuste.Debió Carlos de cambiar el chip como se dice ahora, que le diseñase Gattinara para Europa, y ver la realidad de un imperio atlántico, que ahi estaba, y estaba siendo formado. Con gentes de la talla de Francisco de Vitoria, y la Escuela de Salamanca, defensores de los derechos de los indios, doctrina que Carlos asumiría.
Un nuevo mundo en Indias, que aún hoy en día se está construyendo, también el regreso de las antiguas divinidades en este nuevo tiempo.
Indias, América, es un gran contenedor en los pasados siglos, para el desarrollo, del arte y de la arquitectura que diseñaron los maestros que fueron de aquí en un primer momento. La importancia como se ha dicho, y la imnfluencia del rico arte y arquitectura hispano árabe. Es algo enorme y valiioso, sin duda para conocer, algo nuestro. También la música, los instrumentos, la influencia indígena y de la negritud, que los Hesse, han estudiado.
Quien quiera tiene labor para conocer, aquí y en otras partes, toda esa riqueza, que es nuestra, y tan desconocida por muchos. Ahí está. Aquí quien se aburre, se puede decir que es porque quiere...porque hay tanto para conocer, defender, y mejorar.

Ankh Hamilton dijo...
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Ankh Hamilton dijo...

Cuenta Cide hamete Benengeli, autor árabigo y manchego, en esta gravísima, altisonante, mínima, dulce e imaginada historia que después que entre el famoso don Quijote de la Mancha y Sancho Panza , su escudero, pasaron aquellas aquellas razones que en el fín del capítulo veinte y uno, quedan referidas, que don Quijote alzó los ojos y vió que por el camino que llevaba venían hasta doce hombres a pié, ensartados como cuentas en una gran cadena de hierro por los cuellos, y todos con sus esposas a las manos;

Comienzo del XXII, y el lance de don Quijote al encontrarse con los galeotes y sus vigilantes, que les llevaban, a cumplir sus penas en galeras, o como se ha dicho en habla de germanías, gurapas o guras.
Gurapas. del árabe hispano gurab, galeras. Gura, sinónimo en ese habla de justicia.
Jaque, jabeque, jiferazo, jayán, zaino,jabega, gurapas o guras. Todas del árabe hispano,y del árabe, que pasaron al habla de germanías.

Ankh Hamilton dijo...
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Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

Hay que citar fuentes en los artículos, por favor.

Fuentes Arabicas dijo...

Muy buen articulo y muy buena informacion. Estoy haciendo un trabajo sobre la lengua arabe y me es de gran utilidad :D
Saludos
Aurora

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